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La ‘Operación Bikini’ te hace engordar

La lucha puntual contra la báscula es una trampa que aumenta el riesgo de engordar. Quienes recurren a la ‘Operación Bikini’ pueden pesar en muy poco tiempo más que antes de empezar la dieta.

La vida misma en una tira adelanto del nuevo libro de Ana Belén Rivero (y su idiosincrasis)
La vida misma en una tira adelanto del nuevo libro de Ana Belén Rivero (y su idiosincrasis)ANA BELÉN RIVERO

Operación Bikini: dícese de la histeria colectiva que abduce la voluntad de buena parte de la población (en especial la femenina), haciéndole creer que el seguimiento puntual de las recomendaciones dietéticas más locas servirá para estar como una sílfide en la próxima temporada estival. Abarca un periodo de tiempo más o menos variable, normalmente comprendido entre los meses de marzo y junio.

Si eres uno de sus usuarios, es el momento de que conozcas su escasa efectividad: la experiencia apunta hacia el hecho de que la estrategia aumenta de manera significativa el riesgo de acabar pesando más que antes de empezar la susodicha operación. De esta forma, cada año se fronta la inútil –y encima, sacrificada– operación con más peso que el anterior. Un plan sin fisuras, ¿verdad? A continuación te contamos el porqué de esta reacción del cuerpo.

Así funcionan las dietas

Pasas la mayor parte del año actuando como si no hubiera un mañana, comiendo sin mayor control. Muchas veces quizá empujado por las circunstancias –falta de tiempo o de organización, estrés, tal vez exceso de trabajo–, que tampoco suelen ayudar, hay que reconocerlo. Es posible que en ocasiones una punzada de remordimiento aflore desde el subconsciente y te percates de que así no vas bien, pero sigues.

Continúas con la esperanza de que llegado el momento, cuando sea necesario, te pondrás manos a la obra para solucionar el desaguisado. Y ese momento llega: no ha fallado nunca a su cita en los últimos 40 años –o más, es posible que naciera en 1946 a la vez que la prenda que le pone nombre– y se le llama ‘Operación Bikini’.

Entonces surge la duda. Las opciones son casi infinitas: ¿hay que fiarse de la dieta que ha hecho la vecina del 5º o de la de la cuñada de turno?¿Es mejor seguir las recomendaciones del último gurú con su best-seller en materia de dietas milagro, confiar el adelgazamiento a no-importa-qué producto que venden en la herboristería del barrio o sumarse a los consejos de las celebrities? Otra opción es bajar a la farmacia y comprar ese producto que se anuncia en la tele y asegura que perderás un 50% más con su ayuda; y también existe la posibilidad de ponerse en manos de las múltiples franquicias pierde-peso que han aflorado en los últimos años.

El abanico de supuestas soluciones es inagotable. Por tierra, mar y aire –o lo que es lo mismo, por radio, televisión e internet–, todo el mundo nos ofrece su método, y todos son eficaces cien por cien, supersencillos y ultragarantizados, al menos sobre el papel. Además, generalmente publicitan sus casos de éxito; algo curioso cuando se trata de una estrategia prohibida por la legislación. Pero ese es otro cantar.

Entonces, optas por uno de entre tantos sistemas, porque seguro que el de este año es el bueno. Aunque empiezas con ilusión, al poco tiempo te das cuenta que de sencillo o fácil nada de nada: el sistema, método o dieta requiere sacrificios y se te está poniendo más mala leche que a Pinocho en un Ikea. Pero sigues. Un poco más adelante empiezas a ver los resultados de tanta restricción: has perdido dos kilos.

Te alegras, esto está dominado, te dices. Pero también te relajas, quizá pierdas uno o dos kilos más y ya está. Más tarde te has olvidado del tema y ya no te acuerdas ni del día que te pusiste con la dieta. Así, al cabo de medio año la estadística apunta a que lo más probable es que en ese momento peses 6 kilos más que cuando acabaste la famosa dieta, 2 más que cuando la empezaste. Todo un éxito, por no hablar del dinero invertido y el agradable y aterciopelado carácter que se te puso mientras estabas en ello.

Este relato de los hechos es, más o menos, lo habitual. Hasta el punto de que hay quien afirma que la mejor forma de ganar 12 kilos de peso consiste en haber perdido previamente 10. Cuando te dicen que la vida es injusta, creo que se deben referir a cosas como esta.

¿De verdad las dietas engordan?

Pues está bastante claro. Al menos, la evidencia científica con la que contamos actualmente apunta sin dudas en esa dirección. Pero antes de meternos de lleno con esto, es el momento de hacer un llamamiento a la racionalidad.

Todos conocemos las alarmantes cifras de sobrepeso y obesidad en nuestro entorno, unos números que no han parado de crecer en los últimos 40 años. Al mismo nivel se ha multiplicado el censo de remedios y soluciones, por tanto la duda lógica es inevitable: ¿acaso si uno solo de esos remedios lo fuera de verdad, no habríamos resuelto ya el problema, y dejarían de surgir cada dos por tres nuevos remedios que digan de sí mismos que ellos sí son la solución definitiva?

La duda se resuelve fácil: a día de hoy la comunidad sanitaria ha sido incapaz de encontrar una solución válida al problema poblacional de la obesidad. Y si la ciencia no la ha encontrado, menos todavía los abundantes charlatanes y vendedores de adelgazantes milagro.

El asunto se complica cuando se toma en consideración que las personas que entran en la dinámica de hacer dieta son más propensas a ganar peso, y no solo no adelgazar. Además se trata de una cuestión dosis-dependiente: cuantas más dietas se hacen, mayor es el riesgo de aumentar de peso, tal y como se refleja en este interesante estudio del que se sacan valiosas lecturas.

Por ejemplo, ser una mujer de 25 años y haber intentado perder peso una vez triplica casi el riesgo de sobrepeso (si eres hombre el riesgo se duplica); pero si se ha intentado perder peso dos o más veces el riesgo de tener sobrepeso se multiplica por 5. Además, el efecto obesogénico ligado a quienes hacen dieta se puso de relieve con independencia de la genética, ya que la muestra del estudio estaba constituida por hermanos gemelos.

Pero, ¿nos engordan igual a todos?

Tal y como contrasta otro trabajo de revisión sobre la materia titulado –y no por casualidad– Las dietas no son la respuesta, los estudios que han observado a largo plazo (de cuatro a cinco años) la evolución de las personas que han empezado una dieta, han contrastado que la mayor parte de ellas recuperaron su peso de partida y que hasta un 41% de las mismas pesaron aun más que al inicio de la dieta de adelgazamiento.

No obstante, a pesar de que el hecho de hacer dieta se ha identificado claramente como un elemento predictor de la ganancia de kilos, esta tendencia es diferente en virtud del peso de quienes empiezan la dieta en cuestión. La probabilidad de volver a pesar más tras hacer dieta es mayor entre quienes la empiezan en situación de normopeso que entre las personas que están ya en situación de obesidad.

Una lectura especialmente preocupante cuando se contrasta el importante número de personas que se ponen a dieta para quitarse “unos kilillos” en campañas estacionales. Con ello, el efecto yoyó no solo incrementa el riesgo de seguir aumentando de peso a la larga, sino que además implica un menoscabo en su pronóstico de salud, al alterar las variables cardio metabólicas con los rápidos cambios de peso.

Las hipótesis que explican esta aparente paradoja que nos lleva a afimar que hacer dieta engorda son varias, la mayor parte de índole metabólico, pero es una cuestión que dista bastante de estar aclarada. Mientras la ciencia afina la respuestas, de lo único que podemos estar seguro es de contrastar una realidad que por mucho que ahora se nos antoje novedosa lleva mucho tiempo encima de la mesa.

Ya a finales de los años cincuenta, uno de los pioneros en la investigación de la obesidad Albert Stunkard anunció de forma poco halagüeña que: “la mayoría de las personas obesas no seguirá nunca un tratamiento efectivo para la obesidad. De quienes lo inicien, un gran número no conseguirá perder un peso significativo y, entre quienes sí lo consigan, gran parte lo recuperará”.

Entonces ¿qué hacemos?

A pesar de lo dicho, afrontar una serie de cambios dietéticos en nuestras vidas más que el hacer dieta (o que seguir la Operación Bikini) puede ser una sana elección siempre que se haga con cabeza. Y para ello conviene tener en cuenta una serie de premisas:

  • Si piensas que deberías perder peso por salud, ponte en manos de profesionales sanitarios reconocidos. Un chequeo médico sería un buen punto de partida y ponerse en manos de un buen profesional de la nutrición humana y dietética (dietista-nutricionista) también. Pero cuidado, que nadie es bueno por el mero hecho de tener un diploma universitario

  • Tal y como expuse en mi libro Adelgázame, miénteme si alguien te dice –sea quien sea– que tiene la clave para adelgazar de forma sencilla, sal corriendo, porque es mentira: o no tiene ni repajolera idea de que va el asunto o, lo más probable, quiere quedarse con tu dinero jugando con tu desesperación (y probablemente las dos cosas).

  • No pienses a corto plazo, hacer las cosas bien desde el punto de vista dietético implica la adopción de hábitos que se van a prolongar durante toda la vida. Para ello es preciso empezar por hacer una especie de auditoría de tus patrones alimentarios y de las circunstancias que los caracterizan.

  • Elegir el peso como variable indicadora del éxito suele ser un error. El éxito en el cambio de hábitos vendrá precisamente de la cuantificación de esos cambios. La variación del peso será un efecto colateral de los nuevos hábitos.

  • Puede que te estés preguntando cuál es la mejor dieta para adelgazar y lo cierto es que en cierta medida da igual (ya puede ser baja en grasas o en hidratos de carbono, disociada, hiperproteica o lo que sea) la clave para mantener el peso perdido reside más en la adherencia a los nuevos patrones dietéticos que en las características de nutricionales del patrón.

  • Si tus intereses son estrictamente puntuales –”¡tengo una boda!”– o estacionales estilo ‘Operación Bikini’ y no hay forma de convencerte de lo contrario, allá tú: todas las probabilidades están en tu contra. Cambia el chip.

La tira cómica que ilustra este post es un adelanto del próximo libro de la humorista gráfica Ana Belén Rivero, 'Mens Sana in Corpore ni tan mal'. En este enlace encontrarás más información sobre el proyecto y la autora.

Sobre la firma

Juan Revenga
Es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, y divulgador. Es profesor en la Universidad San Jorge, en la Universidad Francisco de Vitoria y un montón de cosas sesudas más. Definido como un Don Quijote con cuchara, es muy activo en redes sociales en donde, a partes iguales, reparte estopa y defiende la salud a través de la cocina.

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