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Bruselas rescata la agenda social contra los ultras y el eurodesencanto

La Comisión Europea presenta una batería de directivas e iniciativas legislativas para dar un ‘giro social’ que contenga a los populismos

Claudi Pérez
Marianne Thyssen, comisaria europea de Empleo, presenta las nuevas medidas sociales.
Marianne Thyssen, comisaria europea de Empleo, presenta las nuevas medidas sociales. EMMANUEL DUNAND (AFP)

La crisis como máquina de contar historias. Cuando la Gran Recesión llegó a Europa, Bruselas, Fráncfort y Berlín impusieron el relato de la austeridad, los recortes y el sacrificio. Una década después, la economía mejora, pero la crisis es ya indiscutiblemente política; los ultras asoman en París. A apenas unos días de la segunda vuelta de las elecciones francesas y con el Brexit aún en el horno, Bruselas rescató este miércoles la olvidada agenda social con una batería de medidas para contener la oleada populista y frenar un eurodesencanto que echa raíces en el continente.

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Europa pasa de la agenda liberal a la agenda socioliberal: a pesar de las inevitables protestas de las patronales y de las reivindicaciones de la izquierda, que pide más ambición, la Comisión presentó con la fanfarria de las grandes ocasiones una batería de directivas, iniciativas legislativas y no legislativas para presentar su giro social. Se trata de rescatar, al menos en parte, un modelo que un día fue bautizado como “economía social de mercado”, y que ha quedado muy deslucido por una década de crisis y una respuesta ideológica que cristalizó en las políticas de austeridad, defendidas por Bruselas hasta hace poco. El brazo ejecutivo de la UE reacciona así al profundo malestar que procede del aumento de la desigualdad, los riesgos de pobreza, la precarización del empleo, el alto nivel de paro que persiste en varios países, los efectos secundarios de la globalización y, en fin, se activa ante las imprevisibles consecuencias de que una generación de jóvenes europeos pueda vivir peor que sus padres.

Divergencia social en la UE

Los que más gastan. Finlandia, Francia, Dinamarca, Austria, Italia, Suecia, Grecia y Bélgica son los Estados miembros que dedican a la protección social una proporción más amplia respecto al tamaño de su economía. Todos ellos destinan al menos el 20% de su PIB.

Los más desiguales. Rumanía, Lituania, Bulgaria, Letonia, Chipre, Estonia e Italia tienen los mayores índices de desigualdad de los Veintiocho, si bien a nivel global la Unión Europea es una de las sociedades donde hay menos disparidades económicas.

De pronto, ha adquirido una visibilidad política mucho mayor la gente que se siente perjudicada por las políticas de liberalización de los últimos años. Esa gente ha empezado a echarle la culpa a la UE. Y Bruselas responde a esas críticas —a una especia de crisis de legitimidad— con un paquete de medidas para conciliar la vida laboral y familiar, para mejorar las condiciones sociolaborales y para mejorar la protección social, principalmente en la zona euro.

La Comisión propone dar 10 días de permiso de paternidad, en una UE en la que Holanda, uno de los países más ricos, acaba de rechazar elevar de dos a cinco días un permiso que en otros países ni siquiera existe. Planea dar cinco días remunerados al año a los padres para cuidar de sus hijos cuando estén enfermos. Y en la que quizá es la medida de mayor calado —adelantada por este diario—, proyecta poner en marcha un permiso parental retribuido de cuatro meses para que tanto padres como madres puedan tomarse un tiempo para cuidar a sus hijos hasta cumplir los 12 años. Ese permiso existía ya, pero era una excedencia sin sueldo. Si los Estados miembros y la Eurocámara apoyan a Bruselas, esa excedencia —no transferible entre los progenitores— será posible con una retribución similar a la de las bajas por enfermedad. Esa medida permitiría elevar la tasa de empleo femenina y, a la vez, la natalidad, y con ello reduciría la necesidad de atraer inmigración que tiene la UE, a pesar del discurso ultra.

Las medidas persiguen también reducir la dramática brecha de género

Ese conjunto de propuestas persigue en última instancia reducir la dramática brecha de género europea: la tasa de empleo de las mujeres está 11 puntos por debajo de la de los hombres (eso supone una merma de PIB de 370.000 millones anuales en la UE, según Bruselas); el sueldo medio de la mujer es un 16% inferior al del hombre; la pensión, un 40% más baja, y el riesgo de pobreza muy superior. Todas esas medidas, eso sí, no son directamente aplicables: requerirán legislar posteriormente. Y no tienen coste directo para el presupuesto de la UE.

Pero junto con ese paquete hay también un giro más retórico. La Comisión anuncia planes para afilar la directiva de tiempo de trabajo (que armoniza los estándares de salud y seguridad). Propone una recomendación para que en todos los países los contratos de trabajo incluyan la información fundamental sobre los derechos de los empleados, algo que no ocurre en varios Estados. Y quiere ampliar los estándares de protección social a los autónomos y a los nuevos trabajos de la denominada economía circular, desde los conductores de Uber hasta los trabajadores que reparten comida en bicicleta.

Se quiere ampliar la protección social a los autónomos y a los nuevos trabajos de la  'economía circular'

Francia entre ceja y ceja

Bruselas ha elegido cuidadosamente el tempo de la presentación de ese giro social: cuando está a punto de arrancar la negociación del Brexit —Reino Unido ha sido uno de los grandes enemigos de la agenda social europea— y entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, que llevarán al Elíseo a un socioliberal reformista (Emmanuel Macron) o una ultra ferozmente proteccionista y nacionalista (Marine Le Pen). La Comisión del socialcristiano Jean-Claude Juncker se alinea ostensiblemente con Macron. Y el soniquete de sus propuestas sonará familiar en París. “Miren lo que ha pasado en Francia durante la campaña electoral: la política social es una de las prioridades de la gente y las instituciones estamos obligadas a recuperar su confianza”, dijo la comisaria Marianne Thyssen. Junto con Francia, Bruselas necesita que esas ideas calen en Berlín, pendiente de las elecciones parlamentarias del 24 de septiembre. Los líderes europeos deberían apoyar los planes de la Comisión en diciembre.

“En los últimos años, Europa ha estado muy ocupada luchando contra el fuego, respondiendo a una crisis tras otra. Llega el momento de abrir un nuevo capítulo”, apunta la Comisión en un documento que admite que las cosas no van bien. La convergencia económica y social se ha acabado. La globalización, el cambio tecnológico y el envejecimiento ejercerán una enorme presión sobre el modelo europeo en los próximos años. El legado de la crisis sigue pesando, y la amenaza ultra está muy presente: “La agenda social es un imperativo para la UE”, resumió el vicepresidente Valdis Dombrovskis.

Las patronales no han tardado  en poner el grito en el cielo

Las patronales no tardaron en poner el grito en el cielo. El pilar social “es la política adecuada”, apuntó Business Europe, “pero el planteamiento de la Comisión no es el adecuado”. La organización empresarial criticó el permiso parental retribuido: “Ir más lejos de lo que pactaron los agentes sociales en 2010 [una excedencia de cuatro meses, pero no retribuida] reduce la competitividad e impone unas cargas que muchos países no se pueden permitir”, explicó su presidenta, Emma Marcegaglia. Los socialistas españoles criticaron las propuestas, aunque por el flanco contrario: falta de ambición. “Juncker prometió poner en macha el pilar social y lo que presenta es un cascarón vacío, con la percha de los permisos parentales. No es lo que había prometido”, aseveró el eurodiputado socialista Sergio Gutiérrez.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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