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El acuerdo del Pacífico se topa con un Congreso escéptico en Estados Unidos

Las dos Cámaras, dominadas por el Partido Republicano, deberán ratificar el pacto

El pacto establece nuevas reglas para la industria farmacéutica dentro de la región.
El pacto establece nuevas reglas para la industria farmacéutica dentro de la región. Andrew Kelly (REUTERS)

El acuerdo del Pacífico, adoptado ayer en Atlanta tras cinco años de negociaciones, alumbra un bloque comercial que competirá con China y desplazará hacia Asia el centro de gravedad de la economía mundial. La Asociación Transpacífica (TPP, en sus iniciales inglesas) implica más que una rebaja de aranceles. Contempla normas medioambientales y laborales, protege la propiedad intelectual de las multinacionales y es un modelo para el acuerdo que Estados Unidos negocia en paralelo con la Unión Europea. Ahora empieza la batalla por la ratificación en el Congreso estadounidense.

 La Asociación Transpacífica es el mayor acuerdo comercial desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA, en sus iniciales inglesas), aprobado en los años noventa. Junto a Estados Unidos, lo suscriben países latinoamericanos como Chile, Perú y México, además de Japón, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, Malasia y Brunei. Juntos representan el 40% de la economía mundial y un tercio del comercio. El acuerdo prevé desde una rebaja de los aranceles para productos agrícolas a la regulación de la propiedad de productos tecnológicos y farmacéuticos y la creación de instancias de arbitraje que, según los críticos, erosionarán la soberanía nacional.

Los defensores del acuerdo, con Obama a la cabeza, argumentan que la caída de los obstáculos comerciales impulsará las exportaciones y creará empleo. Un estudio citado por la Administración Obama habla de unos ingresos, derivados del acuerdo, de 223.000 millones de dólares anuales, 77.000 de los cuales corresponderían a EE UU. “Teniendo en cuenta que más del 95% de nuestros clientes potenciales vive fuera de nuestras fronteras, no podemos permitir que países como China escriban las reglas de nuestra economía”, dijo Obama en un comunicado. “Nosotros deberíamos escribir las reglas, abriendo nuevos mercados para los productos americanos al tiempo que elevamos los estándares para proteger a los trabajadores y preservar el medio ambiente”.

El pacto comercial entre Estados Unidos, Japón y 10 países del Pacífico es un triunfo económico y geopolítico de Obama. Esta era, junto al deshielo con Cuba y al acuerdo nuclear con Irán, una de las prioridades de Obama en el tramo final de su mandato, que concluye en enero de 2017. No se trata sólo de crear la mayor zona económica del mundo, sino de ejercer de contrapeso a China en la pugna por la influencia en la región. Mientras, continúa la negociación de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones (TPIP, en sus iniciales inglesas), que probablemente deberá concluir el sucesor de Obama.

Los detractores constituyen una amplia coalición. Incluye organizaciones no gubernamentales como Médicos sin Fronteras, que temen que el acuerdo eleve los precios de los medicamentos. También a los sindicatos estadounidenses, convencidos de que el TPP acelerará las deslocalizaciones industriales y la erosión de la clase media, un proceso asociado en EE UU al acuerdo con México y Canadá. Otro elemento en esta coalición es el Partido Demócrata de Obama, muy ligado a la base sindical. Históricamente, el Partido Republicano ha sido el partido del libre mercado y el libre comercio y el Partido Demócrata, el del proteccionismo. La ratificación de la Asociación Transpacífica en el Congreso está en el aire.

La batalla del Congreso

“Evaluaremos los detalles con cuidado y trabajaremos para derrotar este acuerdo comercial de las corporaciones si no está a la altura”, dijo en un comunicado Richard Trumka, presidente del sindicato AFL-CIO, poco después de terminar la última ronda negociadora de los ministros de los 12 países en Atlanta (Georgia). Obama da por hecho que topará con la oposición de buena parte de la bancada demócrata. En principio, debería poder contar con la mayoría republicana, pero no será fácil. La campaña para la nominación a la Casa Blanca es, entre otras cosas, una competición de ataques al presidente. Y la hostilidad a los acuerdos comerciales no es monopolio de la izquierda. El magnate Donald Trump se ha convertido en el favorito republicano con un discurso proteccionista.

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