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El robot letal de la planta de coches

La muerte de un trabajador reaviva los temores sobre nuestra relación con máquinas cada vez más poderosas

Un enjambre de Kilobots, los robots que se agrupan solos.
Un enjambre de Kilobots, los robots que se agrupan solos.Mike Rubenstein (reuters)

La muerte de un trabajador a manos de un robot en una planta de Volkswagen en Alemania ha despertado las peores pesadillas relacionadas con la robótica: por un lado, la posibilidad muy remota de que máquinas con capacidad para tomar decisiones puedan hacer daño a seres humanos de forma voluntaria, por otro, la creciente presencia, muy real, de robots en las plantas industriales y en la agricultura, que acaben reemplazando a los trabajadores humanos.

La muerte, que está siendo investigada por la fiscalía alemana, tuvo lugar el lunes en la planta de la compañía automovilística alemana de Kassel-Baunatal, situada unos 100 kilómetros al norte de Frankfort, en el centro del país. El joven de 21 años trabajaba para otra empresa y estaba en la planta para instalar maquinaria, informa Luis Doncel desde Berlín. Las primeras investigaciones apuntan a que un compañero que se encontraba fuera de las instalaciones accionó por error al robot, que aprisionó al fallecido por el tórax, arrastrándolo hasta una placa metálica, según explicó el portavoz de la compañía, Heiko Hillwig. Tras el accidente, el joven fue trasladado al hospital de Kassel, pero el servicio de emergencia ya no pudo hacer nada por su vida. La fiscalía investiga el caso, pero su portavoz dijo que era demasiado pronto para atribuir responsabilidades. La planta de Baunatal cuenta con 800 robots.

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Paul Verschure, director de Specs, el grupo de trabajo en inteligencia artificial y robótica de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, también tiene la impresión de que se trató “de un error humano”, aunque reconoce que todavía faltan muchos detalles. “Estos robots no son autónomos, son máquinas con mucha fuerza que llevan a cabo acciones muy rudimentarias y repetitivas”, asegura en conversación telefónica. “Es una exageración llamar a esto un robot porque no tiene percepción, ni sentidos. Ha sido un error de seguridad. No estamos ante un Terminator ni ante la pesadilla de robots matando a humanos”, prosigue este experto en inteligencia artificial, que dirige un equipo de 30 personas.

La posibilidad de que las máquinas acaben dominando a los humanos se instaló en la imaginación casi desde los inicios de la robótica, a través de películas como Metrópolis, la saga Terminator o la muy reciente Ex Machina. El sabio Isaac Asimov estableció ya en 1942 las llamadas tres leyes de la robótica, destinadas a que un robot nunca pudiese hacer daño a los humanos: “Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño, un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si esas órdenes entrase en conflicto con la primera ley, un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esa protección no entre en conflicto con la 1 o la 2 ley”.

Aunque hay cientos de universidades y empresas con programas de la inteligencia artificial, y se han producido extraordinarios avances en terrenos como la percepción o los sentidos de las máquinas, todos los expertos coinciden en que la presencia de robots como C3PO o Terminator está todavía muy lejana y que los robots del futuro se parecerán más a las sofisticadas máquinas que limpian solas –hay actualmente unos diez millones en los hogares de todos el mundo--, a robots minúsculos capaces de operar desde dentro del ser humano –Harvard está trabajando en ello-- o a coches que se conducen solos. “Robots fiables, especialmente aquellos que puedan trabajar fuera de recintos de seguridad en una factoría, son muy difíciles de fabricar. Los robots siguen siendo bastante estúpidos. Nos fascinan, pero todavía queda mucho para que marquen el mundo”, escribía el semanario The Economist en un tema de portada reciente sobre la robótica.

Sin embargo, los robots representan una creciente industria –la UE anunció el pasado verano una inversión de 2.800 millones de euros para un sector en el que Europa tiene un 32% de cuota de mercado mundial, mientras que Google ha comprado ocho compañías de robótica en los últimos dos años–. Según datos del sector, los robots mueven ya 19.000 millones de euros al año. Y su presencia en la industria es cada vez más importante, así como el debate sobre la posibilidad de que miles de trabajos actuales en sectores como la automoción o la industria se pierdan en un futuro bastante cercano. La consultora estadounidense Gartner –la principal en el campo de la tecnología—señaló en junio que “cuanto más sofisticadas sean las máquinas, se convertirán cada vez en alternativas viables a los trabajadores humanos, lo que tendrá sin duda repercusiones en la industria”. “Las máquinas que somos capaces de fabricar son cada vez mejores”, explica Verschure. “Está sí es la revolución que vamos a vivir, el final de un modelo laboral que surgió en el siglo XIX. Pero de ahí a culpar del paro a los robots queda mucho: en España tenemos muchísimo paro y muy pocos robots en la industria”.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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