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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La antiausteridad llega a España

El Nobel señala que aunque "los Europeos Muy Serios" ponen de ejemplo a España, los españoles no lo comparten

Ada Colau celebra su victoria en la alcaldía de Barcelona.
Ada Colau celebra su victoria en la alcaldía de Barcelona.Emilio Morenatti (AP)

Acabamos de tener otro terremoto electoral en la eurozona: los candidatos respaldados por Podemos, partido contrario a la austeridad, han ganado las elecciones municipales en Madrid y Barcelona. Y espero que las IFKAT —iniciales en inglés de las “instituciones antes conocidas como troika”— estén prestando atención.

La esencia de la situación actual de Grecia es que los parámetros de un pacto a corto plazo son claros e inevitables: Grecia no puede tener un déficit presupuestario primario, porque nadie va a prestar dinero al país. Y no tendrá (ni básicamente puede tener) un gran superávit primario, por la sencilla razón de que no se le pueden pedir más peras a ese olmo. Así que cualquiera pensaría que sería fácil llegar a un acuerdo para que Grecia tenga un pequeño superávit primario durante los próximos años. Eso es lo que va a pasar, así que, ¿por qué no hacerlo oficial?

Pero ahora el Fondo Monetario Internacional ha empezado a hacer de poli malo y ha declarado que no puede liberar los fondos hasta que el partido griego Syriza acate la disciplina de la reforma de las pensiones y el mercado laboral. Los fundamentos económicos de esta segunda reforma no están claros; la propia investigación del FMI no muestra un gran entusiasmo por las reformas estructurales, especialmente la del mercado laboral. La primera probablemente represente el reconocimiento de un problema real —es poco probable que Grecia sea capaz de ofrecer a sus pensionistas lo que les ha prometido— pero ¿por qué debería este problema estar por encima de la cuestión general del superávit primario?

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Yo instaría a todo el mundo a preguntarse qué pasaría si Grecia, de hecho, se viese obligada a salir de la eurozona. (Sí, lo llaman Grexit [salida de Grecia]; una palabra fea, pero seguimos usándola).

Seguramente, sería una situación dura para Grecia, al menos al principio. Ahora mismo, los principales países del euro creen que el resto de la eurozona puede afrontar la salida de Grecia, lo que tal vez sea cierto. Pero tengan presente que el supuesto cortafuegos de protección del Banco Central Europeo nunca se ha puesto a prueba en la práctica. Si los mercados pierden la fe y llega la hora de que el BCE compre bonos españoles o italianos ¿lo hará de verdad?

Pero la gran incógnita es lo que sucederá un año o dos después de la salida de Grecia, cuando el verdadero peligro para el euro no sea que Grecia fracase, sino que triunfe. Imagínense que un nuevo dracma enormemente devaluado llenase las costas del mar Jónico de bebedores de cerveza británicos, y Grecia empezara a recuperarse. Esto espolearía a quienes cuestionan la austeridad y la devaluación interna en los demás países.

Hace solo unos días, los Europeos Muy Serios ponían a España como ejemplo de enorme éxito, una reivindicación de todo el programa de austeridad. Pero, evidentemente, el pueblo español no está de acuerdo. Y si las fuerzas anti-sistema cuentan con una Grecia recuperada a la que señalar, el desprestigio del sistema se acelerará.

Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía de 2008.

© 2015 The New York Times. Traducción de News Clips.

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