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BQ: Móviles con la marca España

La empresa, que empezó importando memorias USB, diseña ahora sus ‘smartphones’ que están entre los más vendidos

Ramón Muñoz
Rodrigo de Prado, director de la empresa BQ.
Rodrigo de Prado, director de la empresa BQ. Claudio Álvarez

La historia de BQ, la firma española más importante de teléfonos móviles, es tan clásica en el mundo de la tecnología como el chico conoce a chica del cine. Un grupo de ingenieros de telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid se juntan y deciden montar algo para sacarse unas perras. Primero importaron memorias USB. Luego, en 2009, ya acabada la carrera, pasaron a traer de China los primeros e-books, que empezaban a verse en las manos de los lectores navidades de ese año. La Fnac y Casa del Libro asumen la venta de los Booq, que resultan todo un éxito de ventas.

En 2010 se pasaron a las tabletas, que empezaban a asomar en el mercado, aunque el gran salto para colocarse en el olimpo de los fabricantes llegaría a mediados de 2013, cuando se lanzan a la comercialización de smartphones. Ese salto encumbra a la marca porque por primera vez, no solo importan o ensamblan componentes sino que controlan todo el proceso de fabricación desde el diseño. “Es importante controlar toda la cadena. Nosotros somos ingenieros y queremos aplicar nuestros conocimientos para hacer un producto propio. Además, es la única manera de seguir vivos y crecer en este mercado. Si te limitas a ensamblar componentes siempre habrá otro distribuidor que te supere”, dice Rodrigo del Prado, director general adjunto y unos de los siete socios fundadores.

El control sobre todo el proceso es lo que diferencia a BQ de otras marcas nacionales como Airis o Blusens, aunque la fabricación se realice también en China como en la mayor parte de la industria incluyendo los gigantes Apple y Samsung, BQ no se posiciona en la gama de bajos precios de otras marcas españolas pero tampoco tiene complejo en competir con los Iphone o los Galaxy.

“No vamos a pelear por ser los más baratos. Pero tampoco vamos a sacar un móvil que cueste 800 euros. Eso no quiere decir que nuestros móviles, que valen cuatro veces menos, tengan muchas menos prestaciones. Excepto algunas especificaciones, tenemos acceso a la misma tecnología que esos móviles supuestamente premium o de alta gama. Lo que ocurre es que nuestros costes están mucho más ajustados, y no tenemos que hacer una gran campaña de marketing para convencer a la gente de lo bueno que son nuestros móviles. Nos funciona el boca/oreja de nuestros clientes y el servicio técnico”, defiende Del Prado.

BQ presume de haber colocado su gama de smartphones Aquaris E entre los más vendidos el año pasado en el mercado libre, es decir, los terminales que se venden en tiendas al margen de los canales de los operadores de telefonía móvil. Cuesta en torno a los 200 euros, según el modelo, tiene una pantalla de 5 pulgadas, una cámara de 13 megapíxeles y 16 gigas de memoria. “y una batería poderosa que te permite autonomía de un día”, enfatiza Rodrigo del Prado, que se pregunta retóricamente si tiene mucho que envidiar a los smartphone estrella de las grandes marcas.

BQ ya se está acercando al mundo de los operadores. El éxito de los paquetes convergentes de fijo, móvil e Internet y la financiación a plazos hace que más de la mitad de los terminales se vendan asociados a un plan de tarifas de un operador. Por eso, BQ ha cerrado acuerdos con Telecable, R Cable, Jazztel y pronto espera poder estar en el catálogo de los cuatro grandes (Movistar, Vodafone, Orange y Yoigo).

Gracias a la buena reputación de sus productos el crecimiento de la compañía ha sido exponencial. Actualmente vende 1,3 millones de dispositivos al año, de los que un millón son smartphones, y su facturación se ha multiplicado por diez en cuatro años, hasta los más de 200 millones de euros con que cerraron en 2014. Y además son rentables.

“No nos queda más remedio que serlo porque debemos autofinanciarnos. Tenemos un socio financiero fuerte como es Diana Capital y no necesitamos hacer rondas de financiación ni salir a Bolsa”, explica el ejecutivo. En efecto, a diferencia de otras start-up, BQ ha prescindido de esa búsqueda permanente de fondos entre inversores. El fondo Diana Capital entró en el capital el pasado año (aunque solo se sabe que posee menos del 49%) pero el control accionarial y la gestión sigue en manos de los siete socios fundadores.

BQ está embarcado ahora en las impresoras 3D. Su Witbox supone un intento de popularización de esta tecnología, que además se fabrica en España. Por el momento, han vendido 6.000 unidades pero les ha permitido estar presentes en 40 países. “Nunca se van a vender como un smartphone pero tienen mucha utilidad. Por ejemplo, ¿a quién no se le ha roto o perdido la tapa del mando de la televisión”.

La internacionalización es otro de sus objetivos. Ha abierto oficinas comerciales en Francia y Alemania, y este año planean extenderse a Italia, Suecia e Inglaterra, aunque prefieren ser cautos porque dan mucha importancia al servicio de atención al cliente y quieren exportarlo con la misma calidad que en España en los otros países donde vayan a estar presentes.

Del Prado cree que en España se puede crear una industria tecnológica pero para ello es fundamental la formación desde el principio, es decir, que “los niños no solo usen la tecnología sino que la comprendan”. Por ello, su última aventura es la creación de Bitbloq, una herramienta que permite la programación electrónica intuitiva a través de bloques, ”y que es apropiada para todos los públicos, desde los más pequeños a los mayores”.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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