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Reportaje:ENRIC SALA | INVESTIGADORES Y PIONEROS

Bucear con National Geographic

En invierno estuvo en Sala y Gómez, isla chilena deshabitada del Pacífico, 415 kilómetros al este de la isla de Pascua. Y en marzo marchará a las Pitcairn, cuatro islas inglesas, aisladas en medio del Pacífico, donde viven solo 57 personas, descendientes de los amotinados del Bounty, el famoso barco del siglo XVIII de la Armada británica. Una vida de película, que es la que soñó de niño este catalán de 43 años, hijo de los dueños de un restaurante, que contagia entusiasmo.

Pristine Seas es el proyecto que le ha permitido volar (y navegar, y bucear), que le ha valido el aval con orla amarilla de la famosa sociedad de exploración, investigación y divulgación para meterlo en plantilla. Lo resume así: "Cinco años, cinco expediciones, cinco reservas marinas". Para denunciar el deterioro de lo azul del planeta azul, la contaminación y la sobrepesca, viaja a puntos tan alejados en busca de paraísos aún vírgenes, que muestran cómo eran nuestros mares antes del saqueo humano. Para rodar documentales y promover su protección legal. Seis meses al año viaja, los otros seis reside en Washington, que le sirve de "perfecta base de operaciones". A España solo viene "para que mi familia no se olvide de mi cara y a mí no se me olvide el sabor del buen jamón". Porque tras intentar hacer carrera investigadora aquí, al final puso un océano por medio ante las mil trabas y burocracias a los emprendedores.

Rafael Ruiz es periodista de EL PAÍS.

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