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Columna
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Últimas tardes con Zapatero

Tiempo de silencio. Tras su aplastante victoria, Mariano Rajoy calla. Enmudecido, el futuro presidente trabaja en la confección de un gobierno de los mejores y en un milagroso plan de choque para sacar a España de la crisis. El PP podría escudarse en las palabras de Mia Couto: "O silêncio não é ausência da fala, é o dizer-se tudo sem nenhuma palavra". No lo hace, España no está para fiestas ni mucho menos para juegos poéticos. La prudente contención verbal del presidente conservador no calma (de momento) a los voraces mercados y siembra dudas sobre su capacidad para enfrentar la magnitud de la tragedia económica. Triste condición la del gobernante al que la crisis priva de los cien días de gracia.

Hay que llenar las urnas antes de que Rajoy se gaste el dinero en tierras más decisivas para él

Tras ser condenada por fraude, Power Balance, la innovadora empresa que comercializó millones de milagrosas y curativas pulseras, tiene que pagar una faraónica indemnización que la aboca a la quiebra. Durante años amasaron una grandiosa fortuna vendiendo una quincalla que, según una ilusoria mercadotecnia, sanaba, por tierra, mar y aire, todos los males del cuerpo y del espíritu. El Alto Mando del Partido Popular ve como un emergente síndrome de power balance empieza a paralizar su confianza en el futuro y erosiona ya la credibilidad del neonato cambio conservador. Fueron muchos los votantes que, convencidos por la agitprop de la derecha, acudieron a las urnas con las milagrosas papeletas del PP para lograr un alivio inmediato para los males de su economía. Ahora esperan ansiosos la recompensa.

Arden en las hemerotecas los arrebatos de Dolores de Cospedal en los que, visionaria, anunciaba que la crisis comenzaría a remitir al día siguiente del triunfo electoral del PP. A su lado, hay otras no menos fabulosas declaraciones de Feijóo reiterando que la medida económica más urgente era cambiar de gobierno. Todo apunta que esa virtuosa iniciativa no tuvo los efectos benéficos que el marketing de teletienda le atribuyó y por eso España, una semana después de la victoria marianista, sigue sin estar para fiestas. Rajoy calla, pero el presidente de la Xunta ofrece explicaciones que amortiguan futuros fracasos. El PSOE nos deja una herencia envenenada: facturas no reconocidas, gastos indebidos y monstruosos maquillajes contables camuflan un infinito agujero negro en las cuentas del Estado que amenaza con devorar las virtudes del gobierno de los mejores. Avisados estamos.

Nuestra industria textil no atraviesa sus mejores momentos pero, gracias a Feijóo, Galicia es una potencia mundial en la producción de cortinas de humo. Con ellas se arropa el PPdeG y sus incapacidades gubernamentales. Desde marzo de 2009, ninguna responsabilidad interpela a la Xunta. Felices tiempos de evasión y victorias. Primero, el bipartito y, después, el Ejecutivo del PSOE en Madrid sirvieron como comedores de los pecados pasados, presentes y futuros. Mientras a Feijóo no le sonría la fortuna y esté en condiciones de sacar un conejo de la chistera, tendrán que seguir valiendo las cortinas de humo. Galicia es un territorio vencido. La postración electoral del PSdeG y del BNG anuncia una segunda, y más holgada, mayoría del PPdeG. Está asegurado que los resultados del 20-N tendrán un efecto opiáceo en la sociedad gallega y que, a pesar de la negrura de la crisis, el Gobierno 10 de Feijóo se licenciará con honores cuando nuestro salvífico presidente así lo deseé.

En el PPdeG, los depredadores electorales aconsejan la urgente convocatoria de las autonómicas en primavera. Como el presidente dice no ser ventajista ni rencoroso, descarta la idea. No obstante, Alfonso Rueda se presta a la especulación y ya todo mundo da por seguro un adelantamiento técnico de las elecciones para el otoño de 2012. Galicia entró en fase preelectoral. Hay que llenar las urnas antes de que Rajoy apruebe unos presupuestos en los que se verifique, por segundo año consecutivo, que su gobierno es amigo, pero a vaquiña polo que vale: existen otras tierras de España más decisivas electoralmente en las hay que gastar el dinero del Estado para poder vivir sin sobresaltos en La Moncloa.

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Nadie llorará más la ausencia de Zapatero que el presidente de la Xunta. Para recuerdo de generaciones futuras queda una historia cuajada de orgullos heridos, agravios irreverentes, promesas incumplidas, verdades a medias y mentiras absolutas con las que Feijóo disculpó su inacción y asedió la agonía de Zapatero. La única certeza política con la que vive ahora es que contra José Luis se gobernaba mejor. Solo él es merecedor de la sentencia dedicada a los primeros amores: antes de ti, nadie; después de ti, nadie.

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