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Columna
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Naturaleza

David Trueba

Una de mis fotos preferidas retrata a los hermanos Kearton en 1900. Richard y Cherry Kearton fueron dos documentalistas británicos que en los albores del cine comenzaron la carrera por filmar la naturaleza. La foto que adoro presenta a uno subido de pie sobre los hombros del otro, con la cámara alzada sobre un trípode que se prolonga con tres ramas atadas a las patas y allí, a tres metros de altura, con la cabeza metida bajo la lona de la cámara, uno de ellos filma los pájaros de un árbol.

La imagen tiene mucho de fraternal, de espíritu pionero y de emoción profesional. El cine y la fotografía ofrecieron la oportunidad de asomarse a retratar la belleza, la gloria y lo inasible del territorio natural.

Cherry Kearton prosiguió su trabajo documental hasta los años treinta, prolongando su libro de fotos de expresivo título Con la naturaleza y una cámara. Sobre esa fotografía de equilibrio precario y esfuerzo impagable se asienta la enorme tradición documentalista británica, que alcanza su edad de oro con los documentales de la BBC y la irrupción de personalidades divulgativas de la talla de David Attenborough, que se unió a la Unidad de Historia Natural de la cadena para filmar la vida animal de manera prodigiosa.

En España, Félix Rodríguez de la Fuente es revivido como una especie de comandante Cousteau de nuestra fauna. La mera reposición rutinaria de sus trabajos, especialmente El hombre y la Tierra, son toda una declaración de impotencia; nuestra televisión tiene que remitirse a un clásico para llenar el escandaloso vacío contemporáneo. La ausencia de documentales de naturaleza, la falta de inversión, la nula implicación de las grandes empresas nacionales, la planificación televisiva carente de ambición para poner en pie proyectos que son un gran negocio cuando están bien hechos, explica el pobre panorama.

Los países no son banderas ondeantes, sino retratos de sus peculiaridades y riquezas naturales. Una de las razones que explica la demoledora tarea de la expansión urbanística tiene que ver con la falta de conocimiento y aprecio sobre nuestro entorno natural. Con ese silencio audiovisual es normal que cuando se habla de riqueza, mucha gente solo piense en el dinero y no en otros valores infinitamente más sólidos.

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