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Columna
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¿Perdón?

Los únicos combates en los que he participado ocurrieron en la infancia y su escenario era el colegio o la calle. Casi siempre eran individuales, se desarrollaban en un foso, para dirimir agravios, responder a humillaciones, exhibir la fuerza, la capacidad de resistencia, vengar a un colega o castigar un chivatazo. Y había bandos jaleando a los gladiadores. Lo peor que podía ocurrir era un ojo amoratado o que la nariz sangrara. El conflicto acababa cuando uno de los rivales pronunciaba el pragmático o desolador "me rindo". O cuando aparecían los curas (el enemigo común, excepto para lo arribistas, los delatores y los pelotas) repartiendo hostias a todo cristo, a los duelistas y a los concienciados espectadores. No recuerdo que el derrotado jamás pidiera perdón, bastaba con que se rindiera.

Ignoro si el remordimiento y la necesidad de pedir disculpas ante los obligatorios espantos que forzosamente han perpetrado en las guerras es real en el caso de algunos combatientes, de un bando y otro, pero no me imagino a asesinos profesionales haciendo sinceros actos de contricción ante sus víctimas y sus familiares. Los conversos resultan muy emotivos en los libros sagrados. O entiendes que muchos de ellos encuentren opíparas ventajas terrenales cambiando de bando y derretidos ante la nueva fe que han asumido. Pero un asesino serio, como mandan los cánones, jamás precisará ser perdonado por haber hecho su trabajo. Como mucho, ante lo agobiante que debe ser permanecer entrullado a largo plazo, negociará con sus guardianes abandonar esa profesión fracasada, sin porvenir, a cambio de poder respirar aire libre en un día no muy lejano.

Cuanto eufemismo alrededor de los términos en los que se pacta la derrota. Cuenta la madre de una de los ultimas víctimas de ETA que la única justicia que admite es que ésta le meta un tiro en la cabeza a los asesinos de su hijo. Normal. Y te sorprende que la gente que amaba a los muertos no haya intentado vengarse con su propia mano. Pero es absurdo pretender que los que destrozaron fríamente tu existencia te pidan perdón. Sería incoherente y falso, no me consolaría, desprendería el aroma del posibilismo y de la mentira, no lo aceptaría.

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