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Esculturas negras y arte dentro del cine en la Seoane

Rui Chafes y Bernardí Roig presentan sendas muestras en el centro coruñés

La Fundación Luis Seoane de A Coruña acaba de inaugurar sendas exposiciones del escultor portugués Rui Chafes y del artista mallorquín Bernardí Roig, dos creadores destacados del panorama internacional. En el caso de Chafes, se trata de la primera gran exposición individual que organiza un centro español sobre su obra. Campo de sombras es una retrospectiva del trabajo realizado por el creador portugués a lo largo de la última década. Por su parte, Bernardí Roig presenta en las salas de la fundación coruñesa una serie de piezas fílmicas y vídeoinstalaciones que se reúnen por primera vez en una exposición y descubren las obsesiones del artista con el mundo del cine como escenario. Teorema (Interrumpido), es el título de la muestra en la que actúa como comisario Fernando Castro Flórez.

Chafes es uno de los nombres claves del arte luso de los últimos 20 años

Las esculturas pintadas de negro de Chafes se mueven entre la abstracción y la figuración y tienen una indudable carga poética que se traslada sutilmente al espectador. Según explica el comisario de la muestra, el ferrolano David Barro, cada una de las piezas presentes en la exposición apuntan que no hay futuro sin memoria. "Chafes trabaja una escultura que quiere ser escultura, que no tiene prisa ni pretende olvidar sus herencias, ni solapar su historia", explica Barro, quien además de actuar como comisario se ha encargado de editar un libro en el que se recoge la totalidad de la obra realizada por el artista portugués entre 2003 y 2011.

Chafes, uno de los nombres clave del arte del país vecino en las dos últimas décadas, utiliza casi exclusivamente hierro en las piezas escultóricas que realiza. Los largos títulos que en ocasiones pone a sus piezas aluden a su condición de esculturas-poema. Como ejemplo, el título completo de la escultura que ilustra este reportaje, Secreta soberanía (Quando te vejo o mundo a nossa volta deixa, por momentos de existir). El artista trata así de dar al espectador pistas sobre los sentimientos que le han inspirado a la hora de construir la pieza.

En el recorrido por la exposición se pueden apreciar desde piezas gigantescas, como una de más de siete metros de altura ubicada en el patio de la fundación, hasta otras de pequeño tamaño y que incluso el espectador despistado puede llegar a no detectar si no está atento a rastrear con atención las paredes de las salas por las que se distribuyen. Otros pueden llegar a verse sorprendidos por la presencia de unos bancos metálicos que pueden parecer parte del mobiliario del museo, pero que en realidad fueron realizados por el artista con unas pequeñas hendiduras que advierten al público que puede resultar peligroso sentarse sobre ellos.

La fascinación por las películas de grandes directores de cine como Andrei Tarkovsky, Pier Paolo Pasolini, David Lynch o Alain Resnais es el origen de las piezas de vídeo e instalaciones audiovisuales que presenta el mallorquín Bernardí Roig. El artista utiliza secuencias de películas para intervenir en las mismas y realizar su particular lectura de las imágenes filmadas en su día. Una de las piezas más espectaculares es la figura de un hombre colgado con un espejo a su pies, desde donde emerge la música y otros sonidos de la banda sonora de Blue Velvet, de David Lynch. Roig toma como referencia la secuencia final de esta película para proponer al espectador una visión personal de ese desenlace.

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Blow-up de Michelangelo Antonioni, Teorema de Pasolini, El enigma de Caspar Hauser de Werner Herzog o The Chameleon, una película pornográfica del director estadounidese John Leslie, son algunos de los títulos que utiliza Roig para plantear una serie de juegos en los que el artista ha optado por poner sus propias reglas. El experimento más osado es una pieza en la que Roig se introduce en una película de Alain Resnais para protagonizar una performance, donde se cose la boca con varias puntadas (con hilo y aguja reales) ante un público que permanece casi indiferente. Según indica Castro Flórez, Roig no busca tanto la provocación como llevar al público a "un cuestionamiento de nuestra posición como espectadores de la teatralización artística".

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