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Columna
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Bono

Juan Cruz

Quien oye estos días a José Bono puede pensar que el hombre está a punto de cumplir 161 años y tan solo va a cumplir 61.

Es una buena edad para reiniciar. Alguien escribió que cualquier día, a cualquier edad, puede ser el primer día del resto de tu vida. Porque mientras hay vida hay esperanza de vida. Pero la tercera autoridad del Estado se ha puesto tan trascendente con los años que cumple que la sitúa en la frontera del retiro.

Da un mal ejemplo, dicho sea con todos los respetos. Esa edad no es la parte trasera del reloj, donde no se ven las horas. Lo justifica porque su hija, una niña aún, lo necesita. Ya lo dijo otra vez: se iba de la política porque su familia lo necesitaba. Ahora apocopa el espectro: ya es su niña quien le espera.

Es una cuestión privada y tiene perfecto derecho el señor Bono a proclamar sus deseos que son, cómo no, los nuestros: que lo pase bien en el resto de su vida. Y sería completamente privado si él no lo dijera cada vez que habla en público, en radio, en televisión. Él lo explica: "Son las cosas de Bono". El programa de radio Si amanece nos vamos (la cadena SER) estrenó la última madrugada una canción con ese estribillo: las cosas de Bono. Y le escuché el estribillo de la edad mientras hablaba con Xavier Fortes (24 horas, TVE): se irá porque tendrá 61 años dentro de nada y se quiere ocupar de su niña.

Había un diputado muy incisivo en las viejas épocas del Labour inglés, Brian Walden. Lo veías en la tele, hablando de sus cosas como parlamentario, y decías: este hombre acabará en la tele. Y estos días en que Bono ha hablado tanto de su retirada y de sus ambiciones paternales me he acordado mucho del tal Walden, que en efecto acabó haciendo televisión y destacando, con su frenillo y todo, en un celebrado programa político de la BBC.

Por eso pienso que quizá Bono termine en la tele, haciendo, eso sí, programas que acaben a su hora. O a lo mejor, ahora que está vacante, y de qué modo, la presidencia de RTVE, sentado en ese lugar que ocupó un hombre de más de 80, Alberto Oliart. Nunca se sabe, pero es una idea que me sacude la imaginación cada vez que oigo a Bono hablar de su retiro.

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