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Columna
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Tontos trabajadores

Contaba Josep Vergés que cuando los entonces Príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, fueron a visitar, apenas muerto Franco, a Josep Pla en su masía de Palafrugell este les recomendó, entre socarrón y caústico, "sobre todo, tome café cada día en los cuartos de bandera". Era un consejo de cajón. Por fortuna, los ejércitos han evolucionado mucho, y casi nadie teme su intromisión en las grandes decisiones políticas. De hecho, han cambiado más que la judicatura, el poder del Estado donde está más instalada la tentación de decidir torticeramente el curso de los acontecimientos. Si el fracaso del 23-F fue una gripe que curó a los militares de las asonadas, los magistrados del TOP, sin embargo, siguieron por ahí tan campantes. Yo me atrevería a recomendar a los revenidos entusiastas de la reforma constitucional que empezasen por revisar el ordenamiento del Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional, el Tribunal Constitucional y hasta del Consejo General del Poder Judicial en beneficio de la lógica de un estado democrático. Es un consejo totalmente gratuito.

Si el fracaso del 23-F curó a los militares de los golpes, los magistrados del TOP siguen por ahí

Pero en fin, estábamos con los militares. El que fuera capitán de la Unión Militar Democrática, Xosé Fortes, ha escrito un libro de gran amenidad (Cuando las derrotas otorgan la victoria, Destino, 2011) que pretende favorecer que arraiguen los ideales democráticos entre los jóvenes oficiales. Es un objetivo importante, por la cuenta que nos trae. Más en tiempos revueltos cómo los que se avecinan. Además, la gente que tiene menos de 50 años rara vez conoce la historia de aquel puñado de militares demócratas que, en las postrimerías del franquismo, crearon una organización clandestina que pretendía evitar que el golpismo se impusiese al viento de la democracia que ya se respiraba en el ambiente. Especialmente después de que el 25 de Abril de 1974 los militares portugueses echasen abajo la dictadura salazarista.

De la mentalidad del ejército de Franco da cuenta Fortes cuando relata cómo en un momento se llegó a barajar la posibilidad de la eliminación física de la cúpula de la UMD, cosa que no tuvo lugar finalmente porque, al parecer, Milans del Bosch tuvo a bien consultar el parecer del auditor. Este, después de hacerles ver que aquello era una barbaridad vino a decirles que esas cosas siempre acaban sabiéndose. "Quien hubiera dicho que los reparos legales del principal protagonista del 23-F -que a mí me traen a la memoria el hecho de que los carros de combate que ocuparon Valencia respetaran escrupulosamente los semáforos- nos fueran a salvar la vida". Ya ven la importancia de los valores cívicos más elementales. Empiezas saltándote un semáforo y acabas dando un golpe de Estado.

No convendría olvidar, sin embargo, que la participación de los militares en política dista de ser unívoca. En la España del XIX los pronunciamientos militares tendían a ser de raigambre liberal. En Galicia, lo que por entonces se llamaba provincialismo tuvo su bautismo de fuego cuando en 1846 Solís y sus compañeros se levantaron contra Nárvaez. Los Mártires de Carral son uno de los hitos fundadores del galleguismo. Se dice que esa revuelta fraguó en los salones de Juana de Vega, esposa que había sido de Espoz y Mina, cuyo corazón conservaba en su casa en una arqueta. Se enterró con él -el romanticismo llamaba a la puerta- en el cementerio coruñés de San Amaro. Manuel Murguía recordaba de niño el tiroteo en los alrededores de la compostelana Praza de Cervantes, donde vivía. Fue, en realidad, la guerra colonial, especialmente la de Marruecos, la que crió a Franco o Millán Astray.

En Hammerstein o el tesón (Anagrama, 2011) Hans Magnus Enszenberger da cuenta de un militar lo bastante irónico para desarrollar una visión humorística y distanciada de su profesión, lo que tiene mérito cuando uno es el General Jefe del Estado Mayor Alemán. Tal vez por eso mantuvo también la distancia frente al nazismo, al que sus hijos combatieron, haciendo honor al apotegma de su padre, "el miedo no es una visión del mundo". A él se le debe esta pequeña joya: "Una vez cuando le preguntaron desde qué puntos de vista juzgaba a sus oficiales, dijo: 'Distingo cuatro clases: los inteligentes, los trabajadores, los tontos y los vagos. En la mayoría de los casos concurren dos cualidades. Los inteligentes y trabajadores son para el Estado Mayor; los otros, los tontos y los vagos, forman el 90% de todos los ejércitos y son muy aptos para las tareas de rutina. El que es inteligente y, a la vez, vago, se califica para las más altas tareas de mando, pues aporta la claridad mental y el aplomo necesarios para tomar decisiones de peso. Del que es tonto y trabajador hay que protegerse; en ese no puede delegarse ninguna responsabilidad, pues siempre causará alguna desgracia." Es de temer que el mundo, hoy, esté en manos de tontos trabajadores.

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