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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Una segunda vuelta electoral

Una gran mayoría de ciudadanos no hemos visto con buenos ojos el digamos pacto que se ha dado en Extremadura entre el PP e Izquierda Unida, como tampoco vimos bien los pasados pactos de Aznar y los más actuales de Zapatero, con los vascos del PNV y con los catalanes de CIU.

Y todo porque los pequeños partidos acaban "gobernando, chantajeando y expoliando" al resto de los españoles. Para evitar tales golpes bajos a nuestra democracia, la solución sin duda es "una segunda vuelta electoral".

Se está debatiendo la reforma de nuestra Constitución, y ya se están relamiendo de gusto los nacionalistas catalanes de CIU, los vascos del PNV y Coalición Canaria.

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CIU ya ha lanzado su chantaje, según su portavoz Duran i Lleida: votarán a favor de la reforma si se reduce la aportación de Cataluña al Estado. Como siempre, cuestión de dinero.

Una segunda vuelta, aunque haya quien piense lo contrario, aporta tres grandes ventajas: evita chantajes, da gobiernos estables, y no permite juegos con los votos del ciudadano.

Es el propio ciudadano quien decide en la segunda vuelta a cuál de las dos formaciones finalistas que intervienen le da su confianza.

Quienes son contrarios a la segunda vuelta no dan razones "claras y contundentes" que pongan de manifiesto que no es necesaria. Alegan la necesidad de "pluralidades" de ideas y de partidos, pluralidad que se alcanza aceptando que la composición de Ayuntamientos, autonomías y Parlamentos sea la resultante de la "primera vuelta", aunque el poder decisorio final corresponda a la formación política que salga victoriosa de las urnas en la segunda vuelta.

También dicen ser contrarios a las mayorías absolutas, olvidando que la formación de mayorías es la primera regla de las democracias.

Si se hace así, los pequeños partidos no desaparecen, se les da voz, aunque sea en la oposición. La oposición no debe ser humillante para nadie; muy al contrario, nos debe espolear para trabajar, criticar y sancionar todo aquello que no se corresponda con las inquietudes y necesidades ciudadanas.

Si se trata de buenos gobernantes se buscarán consensos, y si son todo lo contrario, no.

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