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Columna
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Matones

Carlos Boyero

Me contaron que tuve muy claro en mi infancia lo de las afinidades electivas. Lógicamente, me apunté a ganador en el fútbol, haciéndome del Real Madrid, aquel equipo maravilloso en el que jugaba Di Stéfano, cuando la forma de ganar era hermosa. Sospecho que ni en el estado neurótico más agudo, o esquizofrénico, o desquiciado de drogas, podría sentir la tentación de entregar mi corazón al Madrid de Mourinho. También me aseguran mis recuerdos más remotos que siempre quise ser indio o bandido, jamás soldado del Séptimo de Caballería o policía. Imagino que no un indio cualquiera, sino Jerónimo, Cochise o Sitting Bull. Y un bandido como Jesse James o Billy el Niño, que probablemente fueron unos cabrones. Y, por supuesto, me siento orgulloso de que, a los 14 años, las bestias ensotanadas de mi internado, enviaran una intuitiva carta a mis afligidos padres asegurándoles que algún día acabaría en la cárcel.

Recuerdo esas cositas al ver con tanto estupor como mala leche en Internet un vídeo en el que unos señores uniformados y de andares muy machotes le sueltan un hos-tión en el careto a una cría. Esta no forma parte de un turba subversiva. Solo la acompaña un chaval que intenta sacarla de la previsible paliza. También me parece haber escuchado antes la voz de esa chica gritándole a sus futuros agresores: "Sois unos violentos, cabrones". Presiento que con motivos. Al parecer, las sagradas Fuerzas del Orden estaban velando por la tranquilidad de esos peregrinos hacia los que sienten tantos lazos fraternales. No solo cobra la chavala, sino que también se ensañan con un fotógrafo que ha tenido la osadía de captar ese vergonzoso momento. Lástima que exista una maldita cámara de vídeo plasmando lo que puede hacer el dragón con la hormiga, si además de estar convencido de que Dios, la inmunidad y el poder siempre están de su parte, le han dotado de una placa, una pistola y una porra. Que juerga tan inolvidable pasaron los ocho maderos blancos que apaleaban en la calle a un negrata llamado Rodney King por ponerse borde. En Chile acaban de mandar al otro barrio a un manifestante de 14 años que se atrevía a reclamar enseñanza gratuita. Tienes la sensación de que los que nos protegen del mal son clónicos en cualquier lugar del universo.

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