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Madera de profeta | Fotografía
Columna
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Chalados con pedigrí

Toni García

Se da casi por hecho que en un año (más o menos) la totalidad del sistema educativo de Corea del Sur funcionará sin libros, es decir, que todos los alumnos dispondrán de sus propios dispositivos electrónicos (léase tablets). Según un estudio del Gobierno coreano, sus estudiantes están ya en disposición de desenvolverse perfectamente con esa tecnología. No seré yo el que dude de ello, como tampoco dudo de que este paso llegará a España no antes de una década, ni tampoco descarto que el Gobierno del país empiece a repartir máquinas de escribir o lápices de colores. Ya se sabe, la crisis.

La noticia de fondo es, arriando la nostalgia, la desaparición del papel. Para uno, que creció estudiando en mamotretos que pesaban una tonelada, no es algo deseado. De hecho, se ha hablado tanto del final de los libros que cansa un poco volver sobre el mismo tema, especialmente porque, como ha pasado con los vinilos, las cosas buenas se resisten a morir. Y esto no vale solo para el papel.

En Austin, por ejemplo, han llevado la resistencia analógica a un nuevo extremo: varios elementos de la ciudad, siempre a la vanguardia, han resucitado el VHS. Sí, así como suena: el VHS. Para ello han fundado un colectivo llamado Video Hate Squad (VHS, obviamente) que el primer jueves de cada mes proyecta una película (en VHS, nada de DVD, ni tonterías por el estilo) y editan esa misma película en edición ultralimitada, 400 copias. La cosa ha resultado ser un éxito tan descomunal que algunas de esas cintas han llegado a venderse por 600 euros en eBay. Para despejar dudas: no, no es ninguna broma.

El fenómeno ha alcanzado tal magnitud que varios videoclubes de la ciudad han desempolvado sus stocks en vídeo y vuelven a alquilar películas en ese formato, con notable éxito al parecer.

De hecho, la locura de Austin ha calado ya en Nueva York y Los Ángeles, donde están empezando a florecer colectivos que adoran al VHS como si fuera el nuevo becerro de oro. Aquí algunos dirán que vale, que lo del vinilo es comprensible, que el sonido es distinto. ¿Pero el VHS? Preguntado al respecto, uno de los fundadores de la secta le dijo a un servidor: "Tío, ¿no echas de menos tocar el tracking?". Y, bueno, la verdad es que sí, no supe muy bien como contrarrestar ese argumento.

La cuestión es que siempre hay militantes que impiden que el pasado (el glorioso, no el de toda la vida) se pliegue sobre sí mismo. En Japón, contaba la bloguera Julie Watai, se ha abierto una librería la mar de curiosa: allí no hay nada que comprar. El establecimiento solo dispone de revistas gratuitas: desde Pado, a Hot Pepper, pasando por Secret Cut o Moet. Todas ellas tiran miles, incluso millones de ejemplares, y siguen siendo objeto de culto, ya sea desde un punto de vista puramente funcional (los anuncios de empleo) o -simplemente- porque molan.

La bola de cristal me dice que va a ser difícil que lo del VHS llegue a estas benditas tierras y tampoco tengo claro lo de una librería que no facture nada (excepto lo que genera el alquiler del espacio para actividades alternativas), pero me alegro de que haya chalados que se la jueguen. De momento he empezado a sacar las cintas de las cajas y desempolvado el vídeo: si algo te enseñan estos tiempos es que hay que estar preparado.

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