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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Admirable!

¡Admirable! es la expresión comodín de Rubén Darío en Luces de bohemia, uno de los muchos personajes alicaídos de este desfile alucinante que es la pieza de Valle-Inclán y que Oriol Broggi acaba de llevar a escena en la Biblioteca de Cataluña dentro del festival Grec. Por cierto, qué buena gestión está haciendo con su equipo de La Perla 29 y qué buen rollo se respira en este espacio lleno de detalles. Ahora matizaremos el título, pero lo cierto es que no está nada mal esta aproximación que Broggi hace al primer esperpento de Valle con la fidelidad absoluta al texto y con sobriedad absoluta también en la puesta. Ni espejos cóncavos ni adoquines. Apenas un par de mesas, unas sillas, una alfombra y el loro patriótico que se desmarca desde su rincón con el "¡viva España!". Y el suelo cubierto de arena, que resulta un tanto ajena hasta que llega la escena de los sepultureros con la que Valle parodia la de Hamlet.

LUCES DE BOHEMIA

De Ramón María del Valle-Inclán. Dirección: Oriol Broggi. Intérpretes: Lluís Soler, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Camilo García, Marissa Josa, Jordi Martínez, Jacob Torres. Biblioteca de Cataluña, Barcelona. Hasta el 24 de julio.

Lluís Soler es Max Estrella, el "poeta de odas y madrigales" que peregrina por las calles de Madrid junto a su amigo y álter ego Latino de Hispalis; si bien de entrada cuesta reconocerle como "andaluz hiperbólico", lo cierto es que poco a poco acaba por hacerse con el personaje hasta convertirse, como él mismo se define, en el dolor de un sueño. Lo secundan varios: Jordi Martínez en el papel de Latino, menos vejete y asmático de lo que se nos dice, más avispado; Marissa Josa, una certera pelirrubia Madama Collet en moreno, entre otros personajes como la estremecedora madre del niño muerto; Xavier Boada es también varios, como el sobrado Dorio de Gadex o el sepulturero, que aquí es la caricatura de un catalán; Manuel Dueso es el pope de la poesía Rubén Darío y un achulapado Rey de Portugal; Màrcia Cisteró asume con eficacia varios papeles (Claudinita, la hija de Max, y la provocadora La Lunares); Camilo García es el Marqués de Bradomín, entre otros también. En realidad no son tantos los que hacen de muchos, un tropel de personajes de gran guiñol más que menos zarandeados por la vida que a buen ritmo nos devuelven a la España caduca, o no, de la Restauración. El desarrollo es algo plano en un inicio, pero va ganando a lo largo de la función hasta dejarnos con ese regusto de sainete y de arrabal madrileño, pese a algún deje catalanufo, que caracteriza el lenguaje chocarrero de la plebe. Hay complicidad entre todos ellos y parecía haber nervios también la noche del estreno, pero el resultado es claramente positivo. Una buena exploración del universo de Valle.

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