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Columna
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Vitalidad

Las Cortes Valencianas se constituyen arrastrando cada uno su propia cruz, casi diría que exhibiéndola con orgullo. Alguno pone el crucifijo por delante, aunque sospechamos que hay muchos más vergonzantes. La cruz de otros es el imperativo legal que les hace prometer, o la construyen con la clase trabajadora, la ética y el valenciano, una trinidad respetable como cualquier otra. Todavía otros manifiestan su cruzada en la camiseta poniendo rumbo a Gaza o hacia la tercera República. Además del partido al que representan, cada uno quiere personalizar su aspecto para señalar la tribu a la que pertenece, ya sea dentro o fuera de ese partido, hasta tal punto que uno ya no sabe en qué equipo juegan y dónde quieren colocar la pelota. Es igual, en cualquier caso, toda una fiesta y, además, democrática y llena de vitalidad. Las crónicas relatan que el ágape vino después, no es cierto que lo trajeran puesto.

Mientras tanto, en las puertas de Cortes y Ayuntamientos, el 15-M manifiesta también sus creencias, aunque en este caso recibiendo una lluvia de palos que proporciona un toque de realismo sensorial indiscutible, no hace falta fe para soportar porrazos a no ser que la utilices como anestésico local. Las autoridades competentes, siempre ellas, no se aclaran. A veces los tratan como indignados, provocando sonrisas amables y benevolentes, un tanto paternalistas, como si fueran corderitos de comunidades de base. Otras los presentan como indignos antisistema, exigiendo así una respuesta contundente, que ya se sabe lo que significa.

Golpear lo que no entiendes es mala política, lo único que consigues es engordar la propia ignorancia y aumentar la indignación de todos. Esto se lo sabe de memoria cualquier Laboratorio de Ideas y Prácticas Políticas.

Pero la mayor vitalidad pertenece a esa bacteria inmigrante, sin papeles, adjudicada inicialmente al Sur, como de costumbre. Una bacteria mutante, que intercambia material genético con otras, es decir, impura, promiscua y degenerada, tiene que venir de ahí abajo. Y es que algunos alemanes no tienen cura. Ahora parece que es de nacionalidad alemana, aunque sus papeles no están todavía suficientemente documentados. Al final, ya lo verán, solo será alemana de nacimiento, porque se descubrirá que sus ancestros provienen del mediterráneo o de algún país exótico. Además nos alertan ante el turismo inminente que puede dejar el huevo de la bacteria en nuestras playas, que no es el huevo de la serpiente pero se parece. Menos el dinero, que circula libremente sin límite de velocidad y siempre en la misma dirección, hasta los bichos tienen nacionalidad en la política europea.

Ya sea en las tribus políticas, en los indignados o en las bacterias, estamos desplegando una explosión de vitalidad que resulta muy prometedora. Que Dios la conserve y que dure muchos años.

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