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El MNAC desvela sus secretos

El museo abre al público zonas vetadas, como las azoteas

José Ángel Montañés

El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) quiere reivindicar el edificio que es su sede desde 1934: el Palau Nacional, construido para la Exposición Internacional de 1929, uno de los elementos que definen la silueta de la ciudad, pero también una construcción denostada por muchos. Tras la apertura de las salas de reserva, que ha permitido ver que el museo solo expone el 20% de sus obras, los responsables del principal museo catalán han decidido potenciar las cualidades del continente e inauguran hoy una visita comentada (8,5 euros, previa reserva) para desvelar los secretos de este edificio de más de 50.000 metros cuadrados.

Desde el podio de la entrada, "un auténtico balcón a la ciudad", según Cristina Mendoza subdirectora del MNAC, hasta la sala oval, los visitantes podrán ver muchos de los detalles de este edificio octogenario empeñado en vencer al tiempo, ya que nació con la idea de derruirlo tras la exposición y se sopesó derribarlo en los años noventa del siglo XX para levantar un nuevo edificio para el museo.

Durante la visita se puede asistir al pase de un audiovisual sobre su historia y comprobar los múltiples usos que se le han dado a la que se considera la cúpula civil más grande del continente -cenas, concursos de misses, campeonatos del mundo de hockey sobre patines, festivales de música y reuniones del Frente de Juventudes- y cómo se han sucedido las reformas en los últimos años. Como la que dirigió entre 1990 y 2004 la italiana Gae Aulenti, no exenta de polémica, que le ha dado su aspecto actual. Por el camino se quedaron ideas como la de crear un lago en el interior de la sala o colocar en mitad del óvalo una escultura de Tàpies en forma de calcetín que, después de décadas y reducida, ha acabado en la fundación del pintor.

En el primer piso se podrán ver, aparte de las pinturas murales de Josep Togores, Jaume Llongueres y Josep Obiols, la biblioteca, que fue sala de té; el enorme órgano, ampliado en 1955 con 2.500 tubos, ahora mudos a la espera de una restauración valorada en un millón de euros, y el salón del trono, donde Alfonso XIII presidió los actos de 1929, que fue la estancia con decoración más rica. Hoy es un restaurante con magníficas vistas en el que destacan dos obras de Tàpies.

Pero las mejores vistas son las que proporcionan las azoteas del edificio, un lugar antes inaccesible; entre ellas, las del contemporáneo estadio olímpico y el Palauet Albéniz y sus espléndidos jardines, con dos hileras de magnolias en flor. Y el secreto mejor guardado: los nueve focos antiaéreos (uno por cada letra de Barcelona) que en las noches festivas protegen con sus rayos azules toda la ciudad.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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