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Columna
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Seno alemán

Este no es un artículo machista ni antifeminista, afirmo. Hecha la proclama de rigor, reafirmo: el seno materno está sobrevalorado. Y esta no es una afirmación realizada contra el seno materno en general, sino contra el de Angela Merkel. Ah, recuerdo aquel confortable almohadón de proa, tranquilizador y cálido, tanto nos engañó en su momento, dándole apariencia y de buena y afectuosa mujer. Recuerdo, sí, una fotografía de su escote. Fue en el 2008, durante una visita oficial a Oslo. Ocurrió en la ópera, que resultó operísticamente desbordada. Por aquel entonces me sentí feliz. Esta dama nos protegerá, me dije. Seno materno.

Sobrevaloré.

Por eso ayer ciertas imágenes me pusieron las carnes marsupiales. Fue cuando la vi brindar con Barack Obama, leading player de la Casa Blanca, en funciones de salir de esta sin que se le tuerza la pajarita. De inmediato sentí misericordia hacia el primer líder vivo del primer mundo agónico. Ya sé, él es todo un hombre y, por ende, pertenece a un país del Norte. Pero, demonios, imaginen que ella considera -por un momento- que el E. coli se originó en uno de los bulbos de algodón de la plantación en donde él trabaja cuando no está en la tele.

Pepinos del sur, soja de quién sabe dónde. ¿Alguien ha examinado las copas que cobijan los senos maternales sobrevalorados de la dama? Y conste que no me estoy metiendo con la dama por serlo, sino por su decidida apuesta septentrional, al creer que todo lo malo -la vagancia, el dispendio, cierta tendencia al sablazo, los virus, las bacterias y los psicópatas- proceden de los países del Sur.

Si semejantes sospechas las planteara un tipo con bigotillo y gorra de plato, pues bueno: el que avisa no es traidor. ¡Pero proceden de un seno materno!

Eso es lo que me descoloca.

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