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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Herederas e inocentes

A la vista está que no podemos predecir casi nada del futuro. La aceleración que hay en todo hace que incluso el próximo mes sea inestable, impredecible. La única certeza a la que podemos aferrarnos es que nuestros políticos continúen hablando sin parar y nuestra televisión convierta cualquier hecho en un espectáculo donde todos somos protagonistas. El terremoto de Lorca ha sido grave, doloroso, y la televisión ha tenido la extraña suerte de estar allí para emitirlo en directo y conseguir una nueva fuente de alimentación. Han desfilado no solo las víctimas y familiares sino también bomberos, vecinos, ingenieros que no pudieron prever que deficientes materiales de construcción contribuirían a la debacle. Mientras más humanitaria quiere parecernos la televisión, más largos se perfilan sus colmillos. Afortunadamente, su hambre siempre consigue nuevas bandejas. Una vez digerido el terremoto, las cámaras han regresado al juzgado donde María José Campanario convierte sus declaraciones en absorbentes retratos de un melodrama familiar.

Lo importante es sentirse "humillada", como reconoce entre lágrimas
En la picaresca nacional, la suegra es alguien que se desea ver entre rejas

Campanario y su madre están acusadas de estafar a la sanidad publica. Ellas lo niegan. Son inocentes, son víctimas de esquemas ajenos y también de un enjuiciamiento publico, televisado. Gracias a esas imágenes, podemos ver a Campanario sentándose en esa poco cinematográfica sala de nuestro Derecho Penal, donde los abogados no se visten de manera especial ni los jueces se adornan como en Inglaterra. Campanario llega muy delgada, acompañada de bolso y botellita de agua, que coloca en el suelo, una especie de conexión con la realidad y la obsesión por estar hidratadas aún en situaciones peliagudas. Su testimonio es ejemplar, no ha deseado jamás estafar a nadie, se opuso a pagos estrafalarios. En la pantalla lo importante es su declaración, sentirse "humillada", como reconoce entre lágrimas. El espectador no puede evitar mirar hacia las personas que se sientan directamente detrás de ella. Cabizbajos, cubiertos por gafas de sol, parecen los verdaderos culpables, cuya declaración no interesa a las audiencias. Otro ejemplo a estudiar es el rol que su marido, el torero retirado Jesulín de Ubrique, ha decidido adoptar en este show televisivo-penal. Ubrique siempre conduce la camioneta de lujo que acerca a su esposa o a su suegra al juicio. Les abre la puerta y cede el paso. Es un caballero que lidia la más difícil de las faenas que un torero pueda imaginar. Tanto su esposa como su suegra pueden ser condenadas a penas graves. Por eso se magnifica aún más la caballerosidad de Ubrique, aunque llegue en camiseta y vaqueros. Incluso, cuando su esposa avanza sola hacia las escaleras, perseguida por los medios, Ubrique mantiene con parsimonia su paso retirado pero presente. Conduce y repite exactos gestos con su suegra. En la picaresca nacional, la suegra es alguien que muchas veces se desea ver entre rejas o cualquier lugar que la mantenga a distancia. En la vida de Ubrique, todo lo contrario. Al menos, aparentemente.

Al otro lado de este mundo de ambiciones, se celebra en el mismo país, cerca pero lejos, una competencia equina llamada Global Champions Tour. Como sabemos, todo lo que se escriba y diga en inglés adquiere trascendencia. El campeonato manifiesta las aficiones propias de las clases altas: el caballo, la extravagancia simultaneada con la beneficencia. Pero sobre todo al ramillete de herederas: Atina, la nieta que Onassis no pudo conocer; Carlota, nieta de Grace Kelly, que tampoco la conoció, y Marta Ortega, heredera de la primera fortuna de España. Curiosamente la reunión de tan ilustres herederas no fascina a nuestra televisión con la misma fuerza que las disfuncionalidades de la familia Ubrique-Campanario. Nadie recuerda, por ejemplo, que Carlota y Atina descienden de dos familias fuertemente vinculadas. Onassis fue durante mucho tiempo el accionista mayoritario de la sociedad financiera que controlaba Mónaco, el principado del cual Carlota es familia real. El padre de Carlota murió en un accidente de embarcaciones de alta velocidad, hace 20 años. La madre de Atina falleció en Argentina, víctima de las pastillas para adelgazar. Los padres de Marta están felizmente vivos, y han sabido inculcarle la pasión por el caballo que une a las tres en esa tradición contemporánea donde cada asunto por el que te interesas se asume automáticamente como área de negocio del que te ocupas. Pasando de ser herederas despreocupadas a profesionales.

Atina y Carlota compartieron con la infanta Elena, otra heredera que aspira solo a la riqueza que no al título, pues aun siendo primogénita no puede reinar. No alcanzaron a invitar a Keiko Fujimori, la hija del expresidente peruano y que comparte con ellas un pasado familiar difícil y rico. Fujimori padre está condenado por delitos de corrupción y violación de derechos humanos. Pese a esto, Keiko, también amazona, avanza al trote hacia la presidencia, saltándose obstáculos solo comparables a los del Global Champions Tour.

María José Campanario a su llegada a los juzgados de Sevilla.
María José Campanario a su llegada a los juzgados de Sevilla.GTRESONLINE

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