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Columna
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Historia secreta de los tropiezos de España

Xavier Vidal-Folch

Ahora que España parece abandonar definitivamente la recua de los enfermos castigados a la piscina de Siloé, quizá interese conocer una reconstrucción (parcial) de su historia reciente. Hay una historia pública de las finanzas españolas en el mapa europeo. Y hay una historia secreta. A por ella.

Lo que se ha ido publicando es la punta del iceberg, normalmente el momento del acuerdo, su minuto previo y el posterior. Pero ha habido más. Mucho más. Sobre todo desde la crisis griega de la pasada primavera cuando "ministros y altos funcionarios nos reunimos más de una docena de veces por video-conferencia, aunque la mayoría de ocasiones por conferencia telefónica múltiple", recapitula uno de los protagonistas.

Las citas telefónicas ceden paso a una confianza en el país bajo condiciones

Y nadie de fuera se enteraba. Los formatos eran variopintos: Eurogrupo, Ecofin, estrictos o ampliados, a veces conectaba Trichet. Otras, oído al parche, participaba incluso el secretario norteamericano del Tesoro, Tim Geithner.

Las conferencias telefónicas al alba se celebraron sobre todo durante la crisis griega, cuando todavía no había planilla de solución a la falta de liquidez financiera pública de un Estado miembro de la Unión. "También nos reunimos virtualmente, aunque algo menos, durante la crisis irlandesa" de otoño.

"Ahora hace tiempo que no lo hacemos, quizá porque desde octubre quedó claro lo que debía ocurrir con Portugal, si Portugal no cambiaba". ¿Por qué se abandonaron las reuniones-sorpresa? Porque España había dejado de ser problema. Las agendas telefónicas algún día revelarán sus intimidades. "La francesa Christine Lagarde siempre demostró ser muy sólida", porque "demostraba que sabía improvisar, a diferencia de quienes leían la chuleta". La española Elena Salgado "solía confiar en su secretario de Estado, José Manuel Campa", relata la pequeña historia.

Y ahora todo eso, tras la explosión de Portugal, ha eclosionado, a favor.

Hay una cuasi unanimidad. España ya no se percibe en los mercados internacionales como candidata a reeditar los percances de Grecia, Irlanda o Portugal, acuerdan los observadores de papel salmón. Los movimientos de Zapatero parecen "hábiles", insisten. No hay "ninguna razón" para que la fractura de Portugal afecte a España. Lo dicen los analistas anglosajones que más marearon la perdiz sobre las debilidades de la economía española. El unanimismo, esa expresión táctil que expandió Pierre Vilar, es casi sonrojante. Pero responde a una realidad: "España es el último dique; el hundimiento de España sería el del euro", susurra un comisario nórdico.

Con matices. En el Guardian alguno aún cree que este puede ser el "siguiente país en caer". Pero en la biblia de la City, quienes comparten esa tesis aseveran que "incluso en el peor escenario, España sería solvente". Eso, por lo que respecta a la opinión publicada.

Después, o mucho antes, están las instituciones, como el FMI, que exigen más. Que no cejemos en seriedad frente al déficit. En rigor ante las entidades financieras. En autoconten-ción de las autonomías. Si se afloja en cualquier frente, volverá la tormenta.

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