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Geoeconomía y cultura de Estado

José María Lassalle

El orden internacional que resulte de la crisis supondrá una redimensión global del peso específico de cada país. Esta circunstancia provocará un cambio de visibilidad y protagonismo que alterará los equilibrios y liderazgos conocidos desde el fin de la guerra fría. Influirán una mezcla de factores de diversa índole. Unos cuantitativos y otros cualitativos. Entre los primeros seguirán estando la población, el PIB, el tamaño, los recursos naturales y energéticos. Entre los segundos cobrarán importancia, además del emplazamiento geográfico, los recursos institucionales y culturales y, en especial, la creatividad, la innovación y la transferencia del conocimiento.

España tiene por delante una oportunidad histórica para rentabilizar una suma de factores que juegan a su favor. Si lo hiciera, podría obtener un posicionamiento estratégico renovado que deberíamos ser capaces de explorar con audacia y valentía. Para conseguirlo hay que actuar con rapidez, eficacia y responsabilidad. Rapidez, porque estamos ante una oportunidad perentoria que otros pueden aprovechar si nosotros permanecemos pasivos. Eficacia, porque hace falta impulsar una serie de estímulos institucionales que deben ser diseñados con precisión instrumental. Y responsabilidad, porque se trata de un proyecto de Estado que los dos principales partidos nacionales deben consensuar al servicio de intereses generales.

PP y PSOE deben pactar los estímulos que permitan a España explotar sus potencialidades
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En el realineamiento internacional que se producirá después de que se supere la crisis, España deberá estar preparada para maximizar varios activos relacionados entre sí, todos los cuales tienen que ver con ser una nación europea, transatlántica y mediterránea a la vez.

Primero, hablar una de las dos lenguas universales de comunicación, que además es la primera del planeta como idioma materno de una comunidad de 450 millones de hispanohablantes que viven un excepcional "vínculo de fraternidad", tal y como ya aventuraba Andrés Bello a mediados del siglo XIX.

Segundo, compartir con Iberoamérica una de las cuatro culturas más pujantes del mundo y que, además, crece extraordinariamente en Estados Unidos debido al mestizaje bilingüe que experimenta ese país.

Y tercero, disfrutar de la fisonomía institucional de una sociedad abierta avanzada con un alto desarrollo de infraestructuras tecnológicas que puede desenvolverse como interlocutor privilegiado en tres áreas geográficas que deben interrelacionarse entre sí, ya que Europa, América Latina, Estados Unidos y la cuenca sur del Mediterráneo pueden articular una sintonía de intereses compartidos frente a China y los países que, en África y Oriente Próximo, van cayendo dentro de su órbita estratégica. Sobre todo ahora que los acontecimientos demuestran

que se están produciendo cambios subterráneos muy profundos en unos países árabes que, por efecto de la globalización, pueden evolucionar hacia sociedades abiertas y pluralistas a medio y largo plazo.

Gobierne quien gobierne a partir de 2012, España debe desarrollar, por tanto, una política de Estado que apueste por dotarnos de una nueva visibilidad global. Se trata de ofrecer una imagen de marca-país que nos muestre como lo que somos: uno de los pueblos europeos más creativos, con una fisonomía mestiza y tolerante que puede atraer la innovación creativa iberoamericana y mediterránea, así como perfeccionar un entramado institucional que potencie nuestro papel como encrucijada cultural y enlace estratégico entre Europa, América y el Mediterráneo.

Y es que en la llamada era de la geoeconomía debemos orientar nuestros esfuerzos a posicionarnos dentro del tablero mundial como un receptor y exportador selectivo de valor añadido cultural en torno al conocimiento y la innovación de lo que Paul Romer ha descrito como las llamadas "metaideas", esto es, las "ideas sobre cómo producir y transmitir nuevas ideas". España tiene que convertirse en el siglo XXI en un intercambiador eficiente de flujos culturales y de innovación con valor económico. Siguiendo la tesis que Rubén Arcos plantea en La lógica de la excepción cultural. Entre la geoeconomía y la diversidad cultural (2010), tenemos que asumir que las industrias culturales y creativas son un eje de sentido de estrategias de influencia global, tal y como Estados Unidos puso de manifiesto con la industria cinematográfica en el siglo pasado. España debe buscar un lugar bajo el sol de la economía global y seguir la estela que Reino Unido ha logrado articular como una especie de hub cultural entre América del Norte y la Commonwealth. No se trata de excluir a nadie, sino de ofrecer algo que otros no pueden hacer ahora de forma eficiente. Y todo ello con el objetivo de evitar que dentro de unos años seamos condenados a un papel marginal debido al peso que tendrán dentro de la explotación económica de la cultura en español países como Brasil y México, o la comunidad hispana dentro de Estados Unidos. En fin, lo que debemos impulsar es una apuesta por el valor añadido que proporciona nuestro país y transformarnos en una plataforma desde la que Iberoamérica se asome a Europa y al Mediterráneo, y desde la que estas áreas geográficas se proyecten a su vez sobre todo el continente americano, ya sea sobre el norte, el Caribe o el sur del mismo. Para lograrlo hay que rentabilizar nuestro poder de ubicación y combinar esa interacción creativa, dinámica y constante sobre la que Richard Florida reflexionó hace ya algunos años cuando habló de la llamada "clase creativa", y que gira alrededor de la creación de estructuras sociales e institucionales que la potencien.

Estamos, por tanto, hablando de una acción transversal de inteligencia competitiva que encaje un equilibrio estable de tres vectores estratégicos: ser europeos, transatlánticos y mediterráneos al mismo tiempo; disponer de un entorno institucional democrático que brinda seguridad jurídica a contenidos culturales y de ocio tecnológicamente transmisibles a escala global y, por último, ofrecer un espacio geográfico que se asienta sobre una intersección atractiva que propicia la división del trabajo innovador que, según, Florida, favorece las "3T" del desarrollo económico del conocimiento en el siglo XXI: tecnología, talento y tolerancia.

Para lograrlo España debe establecer un modelo cultural de Estado que facilite una estructura socialmente creativa. Primero, liberando la cultura de disputas ideológicas y partidistas. Segundo, apostando por una gestión eficiente de nuestras institucionales culturales de cabecera. Tercero, fomentando industrias creativas que se imbriquen dentro de una acción exterior que potencie una imagen de marca-país vinculada a la cultura en español y la explotación económica y comercial de la lengua castellana. Cuarto, desarrollando un marco de coordinación competencial en el desarrollo de las políticas culturales que transformen nuestro país fomentando entornos de red e intercambio cultural que trasciendan la fragmentación territorial que padecemos actualmente. Quinto, favoreciendo el mecenazgo y la política fiscal como soportes activos de los emprendedores culturales y de la innovación creativa, dando a la sociedad civil mayor protagonismo y sustituyendo la trasnochada estrategia de la subvención. Y sexto, facilitando un entorno legal que mejore la protección de nuestro patrimonio cultural y favorezca un nuevo marco de propiedad intelectual que fomente modelos de negocio ligados a la explotación digital de un mercado de 450 millones de consumidores de contenidos culturales en español.

Si edificamos entre todos una cultura de Estado dentro de las coordenadas que acabo de mencionar, España podrá aprovechar una oportunidad estratégica que nos propulsará en pos de una prosperidad estable y duradera basada en la cultura, el conocimiento y la innovación. Una prosperidad sostenible y pujante que requiere un liderazgo cooperativo que sume esfuerzos y añada valor. En fin, una prosperidad del siglo XXI que haga del español el instrumento geoeconómico de nuestra visibilidad en el mundo.

José María Lassalle es secretario nacional de Cultura del PP y diputado por Cantabria.

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