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Columna
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¿Qué es continuidad?

La presencia de la izquierda abertzale en todas las convocatorias electorales celebradas en el País Vasco ha sido constante y significativa. Con oscilaciones, como ha ocurrido por lo demás con los restantes partidos políticos, pero con un suelo firme. A través de un partido inequívocamente propio o a través de siglas de ocasión o incluso a través de la abstención o el voto en blanco, la izquierda abertzale ha acreditado su relevancia como opción política en el País Vasco.

A esa izquierda abertzale es a la que, obviamente, pretende representar de ahora en adelante Sortu, el nuevo partido que ha iniciado los trámites para la inscripción en el registro de partidos del Ministerio del Interior. Desde este punto de vista no cabe la menor duda de que hay continuidad entre Sortu y todas las formas anteriores a través de las cuales se ha canalizado la representación política de la izquierda abertzale. Sortu tiene la pretensión de representar a los ciudadanos a los que han representado antes Herri Batasuna, Batasuna, Euskal Herritarrok, el Partido Comunista de las Tierras Vascas y algunos más. Esta es su razón de ser.

Sortu no sale de la nada. Sale del mundo de Batasuna y de ETA. Más del de la primera que de la segunda

Si por continuidad se entiende esto, la izquierda abertzale no podrá contar nunca con un partido político propio. Cualquier partido que nazca en su seno no puede dejar de tener conexión con los anteriores a través de los cuales ella se ha expresado políticamente. Y en la medida en que esos partidos tenían la conexión con ETA judicialmente acreditada, el partido nuevo tampoco puede dejar de tener conexión con ETA.

Para que Sortu haya podido nacer, tiene que haber habido previamente un debate en el interior de la izquierda abertzale y entre ella y ETA, y que dicho debate haya concluido con la decisión de constituirlo, con la finalidad de inscribirlo en el registro de partidos del Ministerio del Interior, para poder participar de esta manera en todas las elecciones que se celebren en el futuro. Y para que ello sea posible, es obvio que se tiene que cumplir la Ley de Partidos tal como ha sido interpretada por el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.

Sortu no sale de la nada. Sale del mundo de Batasuna y de ETA. Más del mundo de la primera que de la segunda, en la que el debate parece que todavía no está definitivamente cerrado, pero en conexión con ambos. Por eso es por lo que resulta importante. Sortu interesa en la medida en que puede ser un instrumento para poner fin a la violencia en el País Vasco. Y eso únicamente pueden hacerlo personas que tengan autoridad en el interior del mundo abertzale y, como consecuencia de ello, puedan influir en el proceso de toma de decisión de ETA.

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Justamente por eso, independientemente de quienes figuren como promotores de Sortu en la documentación presentada en el registro de partidos, fueron dos pesos pesados de la izquierda abertzale, Rufi Echevarría e Iñigo Iruin, quienes hicieron la presentación en sociedad del nuevo partido y los que dieron una explicación política del porqué de su gestación. Ellos son los que tienen credibilidad hacia dentro para oficializar el rechazo de la violencia en todas las formas enumeradas por la Ley de Partidos, es decir, en todas las formas en que la ha practicado ETA con la cobertura política de Batasuna en el pasado.

Al incorporar a los estatutos de Sortu el artículo nueve de la Ley de Partidos, no solamente se está rechazando la violencia de ETA pro futuro, sino también pro pretérito, ya que dicho artículo no es más que la codificación de dicha violencia prolongada durante décadas. Con la reproducción de dicho artículo no solamente se dice no a la violencia futura, sino que también se dice no a la violencia pasada, ya que esa violencia pasada es la que la ley refleja. Supone un no al pasado, que se refuerza con la expulsión de cualquier militante en cuanto su conducta incurra en alguno de los supuestos del listado del artículo nueve. Lo que se ha hecho en las pasadas décadas es inaceptable. Nunca más. Esto es lo que dicen los estatutos de Sortu.

¿Es suficiente esta ruptura con el pasado o tiene que producirse la disolución definitiva y verificada de ETA para que la izquierda abertzale pueda tener un partido propio con el que poder concurrir a las elecciones? La izquierda abertzale puede condenar la violencia de ETA, pero no puede imponer su disolución. ¿Se puede con base en ello privar a los ciudadanos que se consideran parte de esa izquierda abertzale de los derechos fundamentales de asociación y participación política? ETA es una organización criminal. ¿Supone su mera existencia la criminalización política de toda la izquierda abertzale?

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