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Reportaje:FÚTBOL | 25ª jornada de Liga

La reinvención del hombre orquesta

Lendoiro sostiene solo la gestión de un Deportivo que, para lo bueno y lo malo, depende de él

La primera visita de Joan Laporta a A Coruña como presidente del Barcelona tenía un aliciente especial para él: quería hablar con Augusto César Lendoiro, ampliar su conocimiento sobre un modelo de gestión que consideraba un referente. Salió satisfecho el mandatario azulgrana, que no tardó en compartir con los suyos su perplejidad ante el mínimo andamiaje que sostenía a un club que en aquel momento, primavera del 2004, competía por ganar la Liga de Campeones. Para llegar hasta allí, Lendoiro no precisó directores generales o deportivos, responsables de márketing o sesudos y costosos asesores. Ni siquiera en más de dos décadas al frente del club ha sentido la necesidad de designar un vicepresidente. Asumió la presidencia en 1988 y reclutó fieles curtidos en el fútbol modesto coruñés, un entramado de clubes barriales en el que él mismo se forjó cuando a los 15 años asumió la presidencia del Ural.

El Consejo de Administración es el mínimo: el presidente y tres directivos

Lendoiro tiene memoria y todavía lleva en la solapa la insignia del primer club que dirigió. Jamás se ha puesto otra. "Es un hombre de fútbol", sostiene el técnico, Miguel Ángel Lotina. Pero Lendoiro es sobre todo un hombre orquesta. Ninguna decisión, por nimia y burocrática que parezca, se toma en el club sin que él lo sepa, su control y su preocupación va desde el alevín al primer equipo. Y en la virtud lleva también el defecto. Este verano llegó al club una oferta para que el equipo se desplazara en vuelos chárter a un coste incluso menor que en aviones de línea regular. Enfrascado en el mercado de fichajes, la oferta venció sin que Lendoiro ni siquiera pudiera estudiarla. Esa dependencia ha sido seña de identidad de un club que llegó a donde nadie pudo soñar, pero en años anteriores una serie de auxiliares colaboraban en la labor de zapa. El paso de los años ha traído la jubilación de la gerente, Berta Vales, y de algunos de los empleados que hacían labores administrativas. A día de hoy, el Consejo de Administración del Deportivo entra en un utilitario: lo conforman el presidente y tres directivos, el mínimo permitido. "Soy un presidente profesional, tengo que justificar mi sueldo", esgrime cuando se le pregunta sobre su soledad al mando.

Pero las estrecheces fuera del campo acaban reflejándose dentro. Esta misma temporada Morel y Urreta, dos jugadores sudamericanos, tuvieron que cruzar el charco y perderse algún partido para gestionar personalmente su visado. Además, Lotina debe manejarse ante un aluvión de lesiones. Hasta junio de 2008 tuvo a su lado a uno de los recuperadores más prestigiosos del país, Carlos Lalín, que tras rechazar ofertas de varios clubes no se pudo negar ante la del Real Madrid. Desde entonces la enfermería del equipo no se vacía. Hoy reaparecerá Guardado, que desde el partido del Bernabéu en la primera vuelta apenas ha jugado media hora.

La situación económica ahoga a Lendoiro, que durante los últimos meses ha estado muy preocupado por la negociación del seguro de descenso en la Liga de Fútbol Profesional. Con todo, el esfuerzo en la contención de gastos ya ofrece resultados. De los 111 millones de euros de deuda neta de hace tres años se ha pasado a 66. Pero el futuro es incierto. Lopo, Juan Rodríguez y Antonio Tomás, tres de los pilares del equipo, acaban contrato y se irán en busca de un nuevo destino porque el Deportivo no puede llegar a lo que les ofrecen otros equipos. Lotina también quiere buscar nuevos desafíos. Camino de los 67 años, Lendoiro no atisba la jubilación. El dirigente, al que en su día Ramón Mendoza tanteó para que asumiera la gestión del Real Madrid, tiene un reto: reinventar un modelo de club único. Lo hará con nocturnidad y en solitario, como acostumbra.

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