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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Periféricos vulnerables

Esta es una crisis genuinamente americana, pero hace tiempo que tiene en Europa su principal escenario. Los daños reales -contracción del crecimiento del PIB, elevación del desempleo y elevada tasa de mortalidad- son ya superiores a los sufridos por la economía estadounidense. Las perturbaciones financieras, aun cuando no hayan originado quiebras bancarias tan numerosas y aparatosas como las que han tenido lugar en aquella economía, llevan camino de complicar de forma muy significativa la vida entre las economías que comparten moneda y la propia dinámica de perfeccionamiento de la integración europea.

Las economías consideradas periféricas han sufrido hasta ahora las peores consecuencias de ese rápido contagio. En Grecia e Irlanda existían factores objetivos de vulnerabilidad. De forma irresponsable, el Gobierno irlandés fue el primero en asumir la garantía total de los pasivos bancarios, aunque se adelantó a anunciar un ajuste presupuestario drástico. Manteniendo, eso sí, la ventaja competitiva de un impuesto sobre sociedades tan bajo, que bien puede citarse como un caso de dumping fiscal. La precaria salud de su sistema bancario derivó en el auxilio del presupuesto público. El resultado es un déficit en el entorno del 40% del PIB, causa de esas ventas masivas de bonos públicos que llevaron los correspondientes tipos de la deuda pública a niveles sin precedentes. El nivel insostenible de la deuda pública propició el estreno de la Facilidad de Estabilidad Financiera aprobada en mayo por el Ecofin. Las condiciones impuestas a cambio de los 90.000 millones de euros garantizados tratan de reducir en los próximos tres años el déficit público en 15.000 millones, mediante sacrificios notables en los gastos sociales y en la remuneración de los trabajadores públicos.

Los ataques vendedores de bonos no han concluido. Portugal y España siguen expuestos, aunque las circunstancias sean significativamente distintas. Las dos economías ibéricas comparten una manifiesta debilidad en la recuperación del crecimiento económico. La salud de sus sistemas bancarios es mucho mejor que la del irlandés, pero los operadores financieros pueden llegar a asumir que ese sistema de vasos comunicantes entre sistema bancario y deuda pública puede reeditarse. No hay muchas razones para ello, pero hace meses que los mercados han dejado de actuar de forma absolutamente racional. Y, en última instancia, es verdad que si las economías no crecen, los deudores privados, que en el caso español tienen el grueso de la deuda total, pueden deteriorar la solvencia y la liquidez de los bancos.

Evitar la alimentación de ese círculo vicioso es obligación en primer lugar de los Gobiernos nacionales, pero las instituciones europeas y el resto de los Gobiernos de la eurozona han de procurar neutralizar la continuidad de esos ataques. Lo que está en juego ya no es solo el bienestar de los ciudadanos de las economías periféricas, sino la propia integridad de la unificación monetaria europea. Es esta una razón suficiente para que los Gobiernos de Alemania y Francia asuman que un escenario de hundimiento de economías periféricas es en sí mismo una amenaza muy seria al bienestar de sus propios ciudadanos. Transmitir de forma decidida ese apoyo es la condición necesaria para que Europa no retroceda décadas.

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