El tren de Bamako llega al fin a La Habana
Cuando regresó al hotel de Rotterdam, Eliades Ochoa, sombrero negro de guajiro y guitarra al hombro, encontró a un africano sentado en el hall tocando un extraño instrumento. Con un gesto, le pidió que aguardara un segundo y desenfundó su guitarra de ocho cuerdas, su guitarra Tres, la que un día diseñó un campesino para adaptarla el son cubano.