_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crisis y ciudadanía europea

Vivimos hoy en la era de la inseguridad (...). Cuando los ciudadanos europeos se asoman a un futuro aún más complejo e incierto, lo hacen sin la comunidad de propósitos que caracterizaba los años de la posguerra" (extracto del Informe al Consejo Europeo del Grupo de Reflexión sobre el Futuro de la UE en 2030).

La deportación de un grupo de familias gitanas con nacionalidad de Estados miembros de pleno derecho de la Unión Europea dictada recientemente por el Gobierno de Sarkozy es una muy mala lección de ciudadanía europea para nuestros hijos. Además de ser de dudosa legalidad, se trata de una seria amenaza al espíritu genuino de un concepto innovador que, dicho sea de paso, una diplomacia española inteligente supo impulsar hace ya casi 20 años, incardinándolo en el acervo legal comunitario. Afortunadamente y después de algunas dudas iniciales, la Comisión Europea, guardiana de los tratados y garante de la defensa del interés comunitario con independencia de los Estados miembros, y a su cabeza la experimentada comisaria luxemburguesa Viviane Reding, hará valer sus poderes ante los de Francia, Estado miembro fundador, y no por ello menos obligado por el derecho comunitario que sus otros 26 socios europeos. Y es que más allá de una cuestión de orden público, este asunto es un síntoma más de que el futuro del proyecto europeo está en juego.

Falta un liderazgo transparente, decidido y participativo, que articule la acción política de la UE
Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El informe presentado el pasado mes de mayo por el grupo de reflexión encargado por el Consejo Europeo para anticipar los retos y oportunidades de la UE en los próximos 20 años y analizar las respuestas adecuadas, planteaba el dilema al que los ciudadanos europeos nos enfrentamos en la próxima década: reformarse o decaer. Crisis financiera y gobernanza económica, competitividad y sostenibilidad, reto demográfico, reforma y modernización de los mercados, cambio climático, dependencia energética, etcétera, son los principales desafíos tratados en el informe final. Sin embargo, los trabajos del grupo de reflexión, su impacto y utilidad política, están en cierto modo pendientes de asumir por un establishment político-mediático un tanto distraído frente al calado del desafío y por una ciudadanía desorientada.

La cuestión de fondo más relevante para abordar dichos retos parece ser paradójicamente la peor entendida en la política actual. Tiene que ver con una débil y pasiva conciencia común de ciudadanía europea, entendida como una categoría jurídico-política regulada en el Tratado de la Unión Europea, un frágil "sentido de pertenencia", aludido en el informe, y de cuyos beneficios prácticos solo en casos puntuales somos conscientes de gozar en nuestras vidas diarias. Revitalizar en positivo la identidad común, fomentando los instrumentos para aproximar las instituciones a los ciudadanos y hacer de la conciencia europea un punto de referencia para la competitividad, la cohesión social y la influencia en el mundo de cerca de 500 millones de personas es ya una necesidad.

Se suele aludir al desequilibrio de origen de la UE, un gigante económico con un modelo social innovador para los tiempos de la posguerra pero necesitado de una profunda revisión en los tiempos de la globalización, y sin embargo un enano político en el tablero mundial. Difícilmente conseguiremos que la UE revise eficazmente su modelo y potencie su influencia real en el mundo sin más conciencia europea.

Desde el diseño del sistema educativo en la escuela hasta el del sistema de pensiones, pasando por la portabilidad efectiva de los derechos de las personas en todo el territorio de la Unión, es imprescindible que todas las instancias de poder en cada ámbito geográfico (nacional, regional o local) asuman sin temor la dimensión europea de su acción política. Nos conviene a todos desprendernos de los narcisismos identitarios y animar a los líderes europeos, responsables de promover la ampliación y la profundización del proyecto que los líderes de posguerra fueron capaces de institucionalizar y lanzar al futuro, a que se planteen, a que nos planteen, en serio y con realismo, cómo abordar el desafío de converger hacia una política "doméstica" europea.

No tiene sentido afirmar hoy que la economía española está "intervenida" o "bajo vigilancia" europea; es que es en las instituciones europeas donde se ubica ya el ámbito de decisión efectivo y fundamental en consonancia con el proceso de integración, a pesar de las resistencias populistas o nacionalistas. Bajo este prisma, tampoco tiene sentido, por ejemplo, insistir en posiciones inmovilistas frente a las reformas estructurales necesarias, caso de un ineficiente mercado de trabajo, y sí ampliar miras, atreverse a la movilidad geográfica, reforzar una apuesta decidida por la formación para la elevación del rendimiento del capital humano y ayudar a los emprendedores a crear valor en el mercado europeo mediante la innovación de productos, procesos productivos y esquemas organizativos.

La crisis sistémica en la que estamos inmersos exige con urgencia un liderazgo transparente, decidido y participativo que articule la visión y la acción política para consolidar una comunidad de propósitos renovada, que refuerce la legitimidad democrática del proyecto europeo. En contraposición, la derecha francesa, y desgraciadamente no es la única, más bien pareciera estar concentrada en la búsqueda de chivos expiatorios para la gestión mediática de meras cuestiones de orden público y obtener así los réditos electoralistas oportunos.

David Luengo es consultor internacional.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_