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Crítica:MÚSICA | Guns N' Roses
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Por qué nos haces esto, Axl Rose?

Carlos Marcos

Sí, llegó tarde Axl Rose, siguiendo su enervante tradición. Lo complicado es concretar cuánto se demoró el iracundo jefe de Guns N' Roses (único superviviente de la formación original). Y nos explicamos. La organización, en una decisión que solo se puede calificar como astuta, omitió poner en la entrada la hora de inicio del concierto. En las entradas figuraba una escueta información: "Apertura de puertas, 18.30". Nada más.

El objetivo era cubrirse las espaldas con un grupo que detenta la discutible costumbre de torturar a sus seguidores con una impuntualidad galopante. Un ejemplo que todos recordaban anoche: la última vez que actuó en España (Madrid, 2006), acudió a su cita con dos horas de retraso. La gente, harta, sacó su lado animal y acabó arrancando los asientos del auditorio Juan Carlos I. Tampoco es eso, vaya.

Sobraron muchas cosas, como los rutinarios solos de guitarra y piano

Pero volvamos a lo de anoche, con el personal mucho más civilizado. Después de mucho insistir sonsacamos a alguien de la organización un horario estimado: "Saldrá sobre las 20.45, o así...", dijeron con la sonrisa de medio lado. Pues nanai. A esa hora pegaba gritos sobre el escenario el telonero, un tipo llamado Sebastian Bach, que, desafortunadamente, nunca compuso Tocata y fuga en re menor. No, este Bach cantó en un grupo heavy de segunda llamado Skid Row y ahora se pasea por ahí exportando los clichés heavies: el hombre lleva su melenita rubia, sus tatuajes, grita como si alguien le estuviese retorciendo los dedos con unos alicates, dice muchos fuck y mete en su repertorio la balada tipo Scorpions que todo el mundo corea. Cumplió Bach, aunque más de una hora para el telonero es innegociable.

Y desde ese momento, a seguir esperando. Por fin, a las 22.47, y ya con una tormentosa nube de silbidos y abucheos como eco, se apagaron las luces del recinto. Milagro: la gente olvidó en un segundo la mala educación del impuntual y gritó alborozada. ¡Parecía alegre! Moraleja: quien quiera a este público tan benditamente generoso, que toque en un grupo heavy. Dos horas y dos minutos después de ese "a las 20.45 o así...", un guitarrista golpeaba su instrumento con unos acordes, unas lenguas de fuego rodeaban el escenario, una explosión atronaba el local y Axl salía a dar la cara. Su aspecto: un poco de guiri en Marbella, con una chaqueta casi plateada, una camisa blanca y unos vaqueros de color azul claro. Solo el sombrero llevaba el color del rockero duro, el negro.

Arrancó con Chinese democracy y luego encadenó dos de sus clásicos, Welcome to the jungle y It's so easy. Para entonces ya bailaba eufórica una chica que mostró el sentir de los 8.000 espectadores que casi llenaron el Palacio de Vistalegre (a 55 euros por cabeza). "Tengo miedo, mucho miedo. Pero aún conservo una pizca de esperanza. Solo por escuchar Welcome to the jungle o Sweet child o'mine...", comentaba esta aficionada a la entrada. "Axl te romperá el corazón", respondía su novio. No llegó a tanto el asunto.

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Axl Rose, 48 años, sin pedir disculpas por el retraso y metido en un lodazal de satisfacción personal, ofreció un concierto innecesariamente largo. Sobraron muchas cosas, como esos asquerosamente rutinarios solos de guitarra y piano (¡hasta tres!), o las intrascendentes canciones de Chinese democracy, su último disco, que no serían dignas ni en un grupo de metal de tercera. Hubo muchas más explosiones (qué barbaridad, cómo le gusta a los heavies la pirotecnia), destrozaron canciones ajenas, como Live and let die, de Paul McCartney, y se hace labor complicada evaluar el estado vocal de Axl porque el sonido en Vistalegre rebota por sus vigas sin posibilidad de que llegue audible a los oídos.

Al final, el grupo dejó atrás una tenue bruma eléctrica y, la verdad, algo pardusca. Y los espectadores se fueron invadidos por una serena alegría. Hasta el próximo retraso.

Un momento del concierto de Guns N' Roses, ayer, en Madrid.
Un momento del concierto de Guns N' Roses, ayer, en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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