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Reportaje:BRECHA ABIERTA

ETA se rompe en las cárceles

Un centenar largo de los más de 600 presos etarras recluidos en España han roto con la banda. Muchos de ellos ya han firmado un documento en el que lamentan "el daño causado a personas, todas inocentes, a sus familiares y a la sociedad". A ETA se le abre una brecha en el 'frente de las cárceles'. Este es el relato de la ruptura y los testimonios de familiares de presos

Mi hijo se ha dado cuenta de que los tiros y bombas no resuelven nada y que la libertad de Euskadi no va a venir por ahí. Esto ha sido un desastre. Deberíamos intentar curar las cicatrices de la otra parte, pero no sabemos cómo. A mí, me gustaría pedir perdón a las personas que sufrieron los atentados en los que participó mi hijo", dice Manuel, padre de Luis Carrasco Aseginolaza, Luze (largo). Sus palabras dan un toque de esperanza en la recogida atmósfera de la casa, un piso modesto de una barriada obrera de Lasarte (Guipúzcoa). Pero no llegan a disolver la pesadumbre que exudan las paredes y gritan las fotografías del gran ausente, ese chico alto de rostro jovial que, tras 10 años de cárcel, no puede ser ya tan joven ni, seguramente, tan animoso.

En su camino hacia la libertad, los disidentes tienen que vencer el muro del fanatismo y el miedo a mirar atrás
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En la cocina, junto a la imagen enmarcada de una Virgen doliente, está pintada a lápiz negro la consigna "amnistía osoa" (amnistía total) seguida de la indicación "a casa", como si en un momento de arrebato la mano hubiera tratado de combatir la ansiedad desbocada conjurando la consigna callejera. Y es que las voces de "amnistía" y "presoak etxera" (los presos, a casa) no han dejado de resonar en las calles en un ritual tan obsesivo como estéril, aunque provechoso para el objetivo de la agitación. Los padres de Carrasco Aseginolaza, "el del comando Buruntza", no acuden ya a las concentraciones de los familiares agrupados en Etxerat o Senideak, ni perciben los 115 euros mensuales que les entregaban antes. "Desde que nuestro hijo fue expulsado del colectivo de presos de ETA no tiene sentido que acudamos a sus manifestaciones. Ellos tampoco nos llaman ya", constata Manuel.

Más que una espita, una grieta, lo que se le ha abierto a ETA en su "frente de makos" (cárceles) es una enorme brecha, un costurón llamado a ensancharse, pese a que las expectativas abiertas con la supuesta tregua han detenido, de momento, la persistente fuga de disidentes. Un centenar largo de reclusos han abandonado ya las directrices de la organización terrorista y, como la gran mayoría de los militantes de Batasuna, apuestan ahora exclusivamente por las vías políticas. Es un dato capital porque en el universo de los presos y sus familias crepita el magma emocional que nutre de victimismo al sistema victimario de ETA-Batasuna.

Sus casi 800 presos -sumados los que se encuentran en España y en otros países-, la cifra más alta en sus cinco décadas de historia, son el primer banderín de enganche, el elemento más poderoso y el sumidero voraz que engulle a familiares y amigos de los detenidos, los alecciona y encuadra tras la pancarta. Ahí, en el "frente de makos", ETA engorda y alimenta la llama sin fin de la violencia; al tiempo que libra la batalla de la subversión conceptual, de forma que los encarcelados por sus crímenes y por extensión, ellos mismos, sean presentados como "prisioneros políticos", personas queridas por el pueblo, patriotas "combatientes por la libertad" obligados a luchar (matar) por la opresión de los Estados español y francés.

"Hay tres tipos de actitudes entre los seiscientos y pico presos recluidos en España. Un tercio se mantiene en la línea dura de 'leña y más leña'; otro está a verlas venir, expectante ante el pulso entre Batasuna y ETA, y el tercero se inclina por seguir la vía de la reinserción aunque, a veces, de forma vacilante o contradictoria", afirman fuentes penitenciarias. Puesto que las cárceles constituyen un "frente de lucha" para ETA, el Estado ha decidido también intervenir en ese escenario y contrarrestar el sistema de control instaurado en las cárceles por la propia organización terrorista.

"Tras una reflexión personal, de forma libre y sin injerencias, manifiesto sinceramente, mi ruptura con ETA. Asimismo, expreso mi pesar por el daño causado a personas, todas inocentes, a sus familiares y a la sociedad, por mi actuación en la organización ETA. En lo que esté de mi mano, me comprometo desde ahora a reparar el daño causado y muestro mi solidaridad y cercanía con las víctimas. Expreso con el mismo convencimiento mi rechazo a la utilización de medios violentos, reconociendo que las ideas y los proyectos políticos deben defenderse exclusivamente por medios pacíficos", así reza el documento tipo que suscriben los presos de ETA comprometidos con iniciar el camino de la reinserción.

Grupos de psicólogos, pedagogos y funcionarios examinan regularmente el comportamiento de los internos y evalúan su disposición. Constatado que no siguen las instrucciones de ETA en las campañas de huelga de hambre o de chapeos (encierros en las celdas), les ofrece la posibilidad de contar con abogados profesionales y la perspectiva del acercamiento progresivo a las cárceles de Euskadi. Si están dispuestos a firmar por escrito su renuncia a la violencia -el juez de Vigilancia Penitenciaria José Luis Castro prefiere que escriban un texto de su puño y letra- son trasladados a las prisiones de Zuera (Zaragoza) y Villabona (Asturias), preferentemente. La ruta de la reinserción desemboca en la cárcel alavesa de Nanclares de la Oca donde se agrupan 26 ex activistas que han probado su disposición a trabajar por la paz.

El listado de esos presos puede sumir en la perplejidad y el escándalo a quienes guarden en su memoria la triste notoriedad que algunos de ellos alcanzaron décadas atrás por su papel dirigente o su larga trayectoria criminal: Joseba Urrusolo Sistiaga, Carmen Guisasola, José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, Kepa Pikabea, Rafael Caride Simón, Idoia López Riaño, Tigresa... Diez de ellos, entre los que se encuentran el máximo responsable político de ETA en los años ochenta, Txelis y el jefe militar de la organización terrorista en esa misma época, Kepa Pikabea, han contado con permisos penitenciarios para asistir durante el día a cursos orientados a su reintegración en la sociedad.

Ahora que buscan trabajo, lo primero que constatan los reinsertados es el desmoronamiento del apoyo social que se les dispensaba tiempo atrás. Las empresas ya no les guardan la plaza a los detenidos por terrorismo, no hay ayudas, ni facilidades y eso que algunos de estos reclusos pueden ser considerados pobres de solemnidad porque ni siquiera pueden pagarse el transporte a sus pueblos. Y es que la reinserción implica cubrir, en lo posible, las indemnizaciones establecidas en la pena, un dinero a recuperar por el Estado ya que, en la práctica, es la Administración la que se hace cargo de las responsabilidades civiles contraídas por los etarras. Un interno de Nanclares acaba de entregar 60.000 euros, su parte en la venta de un piso heredado de sus padres.

El encuentro con la realidad exterior no es siempre un camino de rosas, particularmente para quienes, ya en la cincuentena, salen a la calle con muy escasa formación. Hay etarras estudiosos que han hecho hasta seis carreras en la cárcel y otros que cuando se les pregunta por sus títulos solo pueden responder "llevo en esto toda la vida". Más de uno ha descubierto que no tiene un hogar familiar al que aferrarse, que su mujer, esa desconocida, no le quiere en casa; que una cosa es mantener una relación de intercambio epistolar y de encuentros en los vis a vis carcelarios durante dos décadas y otra bien distinta la convivencia conyugal bajo el mismo techo. ¿Cabe escandalizarse de que gentes con tantos crímenes a sus espaldas puedan disfrutar de unas horas de libertad por mucho que hayan cumplido gran parte de sus penas? "Han dado pasos muy difíciles y meditados que requieren de gran valentía", certifica el juez de Vigilancia Penitenciaria, José Luis Castro.

"La reinserción no les ofrece otra ventaja penitenciaria que homologarse al resto de los reclusos. De hecho, si hubieran matado a su madre y a su hija, cometido el crimen más execrable o fueran los mayores narcotraficantes estarían ya en libertad porque les habrían aplicado los beneficios que el reglamento penitenciario contempla una vez cumplida gran parte de la pena. Lo que pasa es que la legislación y el tratamiento son mucho más duros con los delitos por terrorismo, tan duros que en casos como estos pueden llegar a ser injustos. Puesto que han dejado de pertenecer a ETA, les asiste el derecho a ser tratados como cualquier preso", sostiene el letrado profesional de varios de estos internos que renunciaron tiempo atrás a los abogados de las denominadas Gestoras Pro Amnistía.

"En asuntos de terrorismo, la política del sistema es la de riesgo cero. No se conceden cambios de grado, beneficios, ni salidas, si no hay seguridad absoluta de que el preso está reinsertado", subraya un responsable de Instituciones Penitenciarias. ¿Y cómo se alcanza la seguridad de que esos comportamientos son sinceros? "Por el seguimiento que se hace de su trayectoria y por las actividades que desde las cárceles realizan a favor de la paz", responde. El siguiente párrafo extraído de una de las cartas escritas por los presos ilustra el sentido del compromiso: "Defiendo la legitimidad de la independencia de Euskadi, pero la utilización de la violencia para conseguir este fin es ilegítima y solo está sirviendo para generar dolor y sufrimiento. Entre todos, cada uno de nosotros, tendremos que tratar de reparar ese dolor y sufrimiento".

Maite Goizueta, esposa de Kepa Pikabea, titubea unos instantes antes de admitir que su marido, víctima del terrorismo de los GAL y terrorista en su día, "ha salido en varias ocasiones". La pregunta le ha pillado por sorpresa porque las excarcelaciones de presos reinsertados están envueltas en el secreto, pese a la directiva europea que establece que la Administración debe informar a las víctimas de los cambios de grado penitenciario de sus agresores. "Kepa ha sido muy bien acogido en el pueblo, ha tenido un buen recibimiento a pesar de las presiones. Sus amigos y su familia lo hemos celebrado", indica. Dice que su marido y el resto del grupo de Nanclares "tienen las cosas claras desde hace mucho tiempo" y que actúan desde el convencimiento político y moral y no solo por el afán de acortar algo su condena. "Han hecho una revisión crítica del pasado y comprendido que las cosas hay que hacerlas de otra manera. La vida es una evolución continua, aunque en todas partes haya gente que no cambia. Nosotros hemos ejercido de sherpas, abriendo camino, y ahora deben moverse los que quieran hacer cumbre", señala esta mujer de habla serena, empleada del Ayuntamiento de Lasarte y madre de un hijo.

En apoyo a los presos disidentes, ella y los familiares de Carmen Gisasola, Joseba Urrusolo y Álvarez Santacristina organizaron hace año y medio en Muguerre (País Vasco francés) una comida que reunió a centenar y medio de personas. Fue un golpe de efecto, un sonoro aldabonazo en los muros de ETA-Batasuna, porque en nombre de los encarcelados y bajo el decorado simbólico de la denominada izquierda abertzale oficial (retratos de los presos, pancartas por el reagrupamiento...), se proclamó por vez primera que la "lucha armada es contraproducente para la causa del independentismo vasco". La respuesta de ETA fue un acto de reafirmación en la ortodoxia organizado por familiares de otros presos en Usúrbil (Guipúzcoa) y la expulsión del núcleo principal de los disidentes, acusados de "colaboracionistas con el enemigo", una imputación nada venial habida cuenta del delirio militarista que gastan. Eso explica que la iniciativa no haya tenido continuidad.

Las presiones de los partidarios de la línea oficial han llegado a generar crisis depresivas o trastornos anímicos de alcance. Es el caso de los padres de Valentín Lasarte, expulsado de ETA tras haberse adentrado en la vía de la reinserción. Algunos presos han pedido que la Administración preste ayuda psicológica a sus padres.

A los muros y verjas de la prisión que les retienen, los reclusos de ETA tienen que sumar en su camino hacia la libertad una muralla interior hecha de convicciones fanáticas, miedo a mirar atrás y una férrea disciplina que hasta ahora había asegurado la cohesión y el acatamiento a la dirección. Esos muros interiores, los primeros que deben vencer antes de acceder a los beneficios penitenciarios y franquear las puertas de la prisión, han empezado a agrietarse de manera creciente pese a los trabajos de apuntalamiento que realizan las estructuras "antidepresivas": Gestoras, Askatasuna, Senideak, Etxerat..., encargadas de mantener la moral y de manejar ese triángulo vital para ETA que conforman presos, familiares y abogados.

Por mucha noticia que se tenga del comportamiento fanático en ese mundo, no deja de escandalizar que en la Europa actual, jóvenes simpatizantes de la causa se ennovien con presos a los que solo conocen por los periódicos para servir de soporte anímico e ideológico y de alivio sexual del guerrero en los vis a vis carcelarios. Por lo mismo, hay madres que le niegan a su hijo el derecho a reinsertarse y prefieren tenerlo entre rejas que en la calle y convertido en "traidor". A despecho, incluso, de la evolución de sus presos, muchas familias siguen respirando por inercia de la burbuja argumental en la que han vivido durante todos estos años. "Mi hijo hizo mal, pero ya se ha arrepentido; a ver si el Gobierno hace lo mismo", dice un padre. "En mi casa no entra la palabra reinserción. Mi hijo, que ingresó en la cárcel con 20 años y tiene 39 me ha dicho que ahora prefiere aguantar un año más y salir con los demás", cuenta la madre de un recluso.

Reinserción sigue siendo una palabra muy dura en ese mundo, aunque si pudieran dar marcha atrás muchos tendrían buen cuidado en no repetir su error de entrar en ETA. La mayoría persigue la ilusión de una salida colectiva; buscan arroparse unos con otros para que nadie de los suyos en el pueblo o el barrio pueda lanzarles un reproche, un mal gesto, una mirada condenatoria. Pero el problema es que la reinserción implica mirar dentro de uno mismo y asumir las responsabilidades. No vale escudarse en las siglas ETA, cobijarse en la locura colectiva para diluir la culpa individual. ¿Pesa más el miedo a la reprobación de sus antiguos compañeros que la necesidad de enfrentarse al pasado, liberarse de su carga y reconciliarse consigo mismo y con sus víctimas?

"Además de una dimensión privada, el arrepentimiento debe tener una dimensión pública y comunitaria que implique el compromiso de los reinsertados a trabajar activamente en deslegitimar el fanatismo identitario en cuyo nombre han buscado eliminar el pluralismo y han perseguido y asesinado a sus adversarios políticos y a los representantes del poder legítimo del Estado", subraya Maite Pagazaurtundua, presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo.

Las familias de los presos de ETA pregonan unánimemente su condición de víctimas, pero, por lo general, achacan su situación no tanto a las acciones de sus hijos, como a las "razones" que llevaron a estos a utilizar la violencia. En eso, reproducen el mecanismo doméstico con que la denominada izquierda abertzale elude y transfiere su responsabilidad en la ilegítima y demencial historia de terror de ETA. Solo algunos se atreven a asociar su sufrimiento con el quebranto irreparable causado por sus vástagos a los asesinados y a sus familias, solo algunos comparan cabalmente sus enojosos viajes a las cárceles con el peregrinaje de viudas y huérfanos a los cementerios. Pocos se interrogan sobre la naturaleza de la ideología que en Euskadi justifica el asesinato político, sobre las raíces de ese fundamentalismo criminal que prendió en sus hijos. Pero, aunque todavía es pronto para ese paso, llegará probablemente el día en el que muchos de ellos, los que no inocularon el veneno en sus vástagos, maldecirán a los promotores e instigadores del odio asesino que destroza a los vascos.

Kepa Pikabea, fotografiado el 11 de noviembre de 2001, cuando fue entregado por Francia.
Kepa Pikabea, fotografiado el 11 de noviembre de 2001, cuando fue entregado por Francia.EFE
Manifestación de Etxerat
 en San Sebastián, el 28 de diciembre
 de 2007.
Manifestación de Etxerat en San Sebastián, el 28 de diciembre de 2007.JESÚS URIARTE

Extracto del documento que suscriben presos de ETA que se acogen a la reinserción

Tras una reflexión personal, de forma libre y sin injerencias, manifiesto sinceramente mi ruptura con ETA. Asimismo, expreso mi pesar por el daño causado a personas, todas inocentes, a sus familiares y a la sociedad, por mi actuación

en la organización ETA. En lo que esté de mi mano, me comprometo desde ahora a reparar el daño causado y muestro mi solidaridad y cercanía con las víctimas".

Cómo controla la banda a sus presos

ETA ha ido afinando su dispositivo de control penitenciario a medida que flaqueaban las convicciones en las cárceles y se evaporaba la ilusión en esa negociación victoriosa con amnistía incluida de la que siguen hablando en sus papeles. La detención, el pasado 14 de abril, de los abogados que ejercían supuestamente de correos y comisarios políticos de ETA ante los presos y sus familias, ha eliminado el núcleo de la extensa red vigilante desplegada en los presididos, tarea que, según fuentes penitenciarias, ejercen ahora familiares de los reclusos. La abundante documentación cifrada con TrueCrypt y guardada en llaves USB y tarjetas de memoria MicroSD, incautadas a los letrados, guardaban información: listados de familiares clasificados por colores en razón de su grado de adhesión a la ortodoxia y anotaciones como: "cercano a Aralar, hablar con su hermano" o "no hay que dejar que vaya a los vises".

En el archivo descifrado Txorien senitartekoak (familiares de los pájaros), el rojo caracteriza a aquellos familiares que en las reuniones y asambleas han criticado con mayor dureza la actual estrategia de ETA. "Ahora la gente habla más porque no existen las presiones de antes", afirma la madre de un preso recluido en Zuera que prefiere no identificarse. "Bueno, presiones, presiones... Salíamos de una reunión e igual comentábamos entre nosotros: 'Pues yo no estoy muy de acuerdo con lo que se ha dicho'. 'Toma, ni yo'; 'yo tampoco'. Entonces nos preguntábamos por qué no habíamos dicho nada y habíamos permitido que la propuesta se aprobara por unanimidad".

La documentación intervenida a los abogados ha confirmado que en cada cárcel hay un preso responsable encargado de velar por la ortodoxia y vigilar los comportamientos "poco recomendables" de sus compañeros. A su vez, los arduradunak (responsables) eran evaluados por los abogados en función de su actitud y eficacia. Al igual que los informes sobre los familiares, sus fichas debían hacerse llegar a la dirección de ETA por si procedía o no su destitución. A la vista del alcance de la contestación en las cárceles y la imposibilidad de detener la sangría de disidentes, la dirección de ETA ha ordenado el cese de las expulsiones.

Quiere evitar que el continuo goteo de excluidos dé la medida pública del alcance de la división interna y ponga en evidencia su pérdida de autoridad y predicamento. De ahí también que en sus retóricas "condiciones mínimas" de negociación con el Gobierno haya incluido el fin de la dispersión carcelaria y la anulación de la doctrina Parot, que ha venido a agravar notablemente las penas de cumplimiento efectivo. La lucha de líneas desatada en ETA-Batasuna atraviesa las comunas carcelarias y da pie a enfrentamientos dialécticos sobre las ponencias en discusión: "Mugarri", avalada por ETA, y "Zutik Euskal Herria", aprobada masivamente por las bases de Batasuna. Acabar o no con la "lucha armada" es la cuestión de fondo, aunque a menudo aparezca envuelta en enrevesadas argumentaciones y planteamientos táctico-estratégicos.

Molestos con su escaso papel en los procesos anteriores, un número creciente de presos quieren dejar de ser convidados de piedra en la toma de decisiones que les incumben. Sus actitudes arrastran a las familias, aunque en ocasiones ocurre que el padre y la madre discrepan del hijo o entre sí sobre los pasos a dar. "Por favor, no hable con mis padres porque en casa hay una discusión tremenda sobre el paso que quiere dar mi hermano", pide la hermana de un interno en Zaragoza. No es la única vivienda en la que la división atraviesa la sala de estar y llega hasta el lecho matrimonial.

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