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Reportaje:

Reunificación enfriada

La crisis desluce el 20º aniversario de la nueva Alemania a pesar de las mejoras económicas en los Estados del Este

Juan Arias

El 20º aniversario de la reunificación de las dos Alemanias despierta entusiasmos más discretos que el de la caída del muro de Berlín, festejado aparatosamente hace 329 días. En lo que va de curso político, los medios y la opinión pública han dedicado menos atención al nuevo aniversario que a tres asuntos candentes de la política inmediata: las reformas -o sea los recortes- de las prestaciones del Estado, la impopular postergación del apagón nuclear recién aprobada por Angela Merkel y la deficiente integración de los inmigrantes. Asunto, este último, elevado a escándalo público por el destituido directivo del Bundesbank y todavía militante socialdemócrata Thilo Sarrazin, que acaba de publicar un best seller donde acusa a los inmigrantes musulmanes de rebajar la media de inteligencia de la sociedad alemana.

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Pero, ¿y la aportación del Este a la actual media de inteligencia alemana? Por ella le preguntaba públicamente a Sarrazin el humorista televisivo Martin Sonneborn. A fin de cuentas, en "su libro asegura que los suabos son más inteligentes que los brandenburgueses". El de Sonneborn no es el tipo de humor que más gusta a los patriotas.

La sátira iba contra Sarrazin, pero también señala un aspecto que apenas se cuestiona oficialmente: el formidable esfuerzo económico y fiscal que aún supone la integración de los cinco Estados federados orientales a la nueva Alemania unificada. Mientras corren ríos de tinta sobre la integración de los inmigrantes musulmanes, el debate sobre el costo económico y social real de la reunificación se diluye a menudo en historias épicas repetidas hasta el empacho, que cantan las habilidades diplomáticas de quienes lograron que "se una por fin lo que debía estar unido". Se recuerda, una y otra vez, la resistencia de franceses y británicos. También las duras negociaciones políticas del canciller Helmut Kohl con François Mitterrand y Margaret Thatcher. Der Spiegel sostiene esta semana que la introducción de una moneda única europea fue el precio exigido.

Kohl aseguró en el Bundestag que no estaba previsto "ningún aumento de impuestos para financiar la unidad alemana". Veinte años más tarde la promesa provoca la risa de cualquiera que pague el IRPF en Alemania. De momento, se han transferido la friolera de 2,1 billones de euros del Oeste al Este.

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Con ellos, los ingresos y la calidad de vida de los alemanes orientales han aumentado espectacularmente. Su integración, también: el producto interior bruto per cápita de los alemanes del Este se sitúa en el 73% del de los alemanes del Oeste. El sueldo anual medio en los Estados orientales superaba en 2009 los 24.000 euros, tres veces más que el sueldo medio en Polonia.

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