"Un actor es tan solo un vehículo, lo que cuentas nunca es tuyo"
Ha tenido mucho que ver con restañar heridas muy personales. Tras años de fantasear y fantasear alrededor de la figura materna, el actor mexicano Diego Luna -que perdió a su madre cuando apenas tenía dos años- ha volcado toda su energía, que es mucha e intensa, en su primer largometraje de ficción, Abel, que ayer inauguró la sección Horizontes Latinos del Festival de Cine de San Sebastián.
Detrás de Abel hay muchas inspiraciones y momentos: imaginar un Hamlet niño enamorado de su madre tras ver un montaje de la obra en Londres o la que le vino tras la lectura de la obra de David Trueba Abierto toda la noche. Pero por encima de todo, fue su paternidad la que le decidió a enfrentarse a la historia. "La madre para mí es un personaje idealizado, he fantaseado mucho alrededor, y cuando me convertí en padre y vi a mi esposa convertirse en madre me di cuenta de que tenía que hacer una película sobre el amor de una madre por su hijo. Fue ahí cuando le di el golpe a la emoción", explicaba ayer Diego Luna en San Sebastián.
'Abel', que abrió la sección Horizontes Latinos, supone su debut tras la cámara
Abel, interpretada por Christopher Ruiz Esparza y su hermano Gerardo, José María Yazpik y Geraldine Alejandra, narra la historia de un niño que se niega a hablar y que, después de un tiempo ingresado en un centro de salud mental, regresa a la casa familiar. Allí, con el padre ausente, decide volver a hablar. El filme es una producción de Gael García Bernal, Pablo Cruz y John Malkovich, que ya se presentó en el Festival de Cannes y que ha cosechado un notable éxito desde su estreno en mayo en México. En los cines españoles se estrenará el próximo 1 de octubre.
Diego Luna va como una bala. Ha estado apenas 24 horas en San Sebastián -hoy mismo viaja a Los Ángeles, donde el lunes comienza el rodaje de un nuevo filme junto a Will Ferrell- y no solo presentó ayer su película ante el público donostiarra, sino que participó en la gala de inauguración del certamen, además de disfrutar de una comida en Arzak junto a Malkovich.
Después de una larga carrera como actor (comenzó a trabajar a los seis años), le llegó el espaldarazo definitivo con Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, al que han seguido títulos en España, Estados Unidos y México como Soldados de Salamina, de Trueba; La terminal, de Steven Spielberg, o Rudo y cursi, de Carlos Cuarón. Pero ha sido en la dirección donde de verdad ha encontrado lo que ha venido persiguiendo de siempre: contar sus propias historias.
Quizás está cansado de la actuación. Tiene 30 años y lleva desde los seis encima de un escenario. Su primera experiencia tras la cámara fue con un documental sobre el boxeador mexicano Chávez, pero tras Abel lo tiene bien claro: "Todo lo que no encuentro en la actuación está ahí. Dirigir es lo más personal, es la experiencia más emocionante que he tenido nunca. Creo que gracias a lo que he experimentado con Abel voy a seguir haciendo cine. Es lo más intenso, lo más introspectivo, el viaje más aleccionador en todos los sentidos. Llevo haciendo cuentas y ya son 24 años actuando. Muchas veces he intentado contar una historia a través de los proyectos en los que intervenía como actor, y es un grave error. Un actor es tan solo un vehículo de otros: lo que cuentas nunca es tuyo".