_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Periferia con sentido

En relación con la próxima negociación de los Presupuestos Generales del Estado, el PNV ha declarado recientemente que en el PSOE hay centro y periferia, y que el lehendakari, Patxi López, es periferia. Entiendo que los portavoces nacionalistas no lo han dicho en tono apreciativo sino al contrario, dándole a lo periférico un sentido minusvalorador o ninguneante. Lo que me lleva a dos reflexiones. La primera es que resulta paradójico que el partido nacionalista vasco defensor, en principio, de estructuras políticas como mínimo descentralizadas, utilice el término de periferia para desacreditar. Tan paradójico me resulta, que lo considero un signo más, entre tantos perfectamente observables, de que el PNV no entiende la periferia como una fuente de oportunidades y de alegrías, o lo que es lo mismo, que en realidad lo que defiende es un modelo centralizador, sólo que "a escala", esto es, circunscrito a los límites de Euskadi.

Estas declaraciones que rebajan el valor de lo periférico me llevan también a una segunda reflexión. Y es la de que la política, sobre todo entendida y aplicada por algunos partidos, es definitivamente "otro mundo" con propensión a situarse por ello en otro tiempo o en tiempos de poca actualidad. Porque en el mundo más real, en la lógica de la vida misma y del arte y las ciencias sociales o de la creación y el pensamiento más contemporáneos, lo que sucede es que la consideración por la periferia no deja de crecer. Que no deja de aumentar el interés que suscita y el valor que se le atribuye como generadora de interrogaciones fundamentales y, a partir de ahí, de respuestas imprescindibles para la buena salud de nuestros tiempos. El valor de la periferia como territorio crítico, es decir, de cuestionamiento del monopensamiento, de la voz única. Como escenario de nuevos diseños y equilibrios identitarios. Como oportunidad y alimento de una coralidad social cada vez mejor entendida, más capaz por ello de igualdades y de inclusiones. En fin, que en el mundo más real y más puntual, la periferia se presenta mayormente como un concentrado de estímulos para el pensamiento exigente, para la creatividad significativa y, me atrevería a decir, que para la esperanza social.

En ese sentido, considero que el PNV ha cometido un error tachando al lehendakari de "periferia"; si lo que quería era rebajarle ante los ojos de la sociedad vasca, me parece que no ha acertado con el título, porque, ahora mismo, ser periférico no es un signo de menos, sino de más. Significa más polifonía, más contraste, más despertar y activación sociales. Y la prueba más evidente de todo ello es el cambio político en Euskadi, la alternancia, por fin, al frente del Gobierno vasco, que ha quebrado una inercia sucesoria de más de treinta años, instalada en nuestra vida política como un fatalismo. Las periferias son ahora mismo los centros del sentido del mundo; un sentido, como en este caso nuestro, liberador.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_