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Lecciones del pasado

Las primarias más genuinas y auténticas de cuantas -no muchas- se han celebrado en España para elegir a un candidato a unas elecciones democráticas fueron, sin duda, las que enfrentaron a Joaquín Almunia y José Borrell en 1998.

Almunia había sido elegido secretario general en el XXXIV Congreso del PSOE un año antes, pero aunque formalmente fue así, todos entendimos que fue una cooptación entre los cuadros del aparato entonces dominado por Felipe González. El mismo Almunia, cuya valía era y es reconocida por todos, no se sentía suficientemente legitimado y esa fue la razón de que él mismo convocara unas primarias, quizás pensando que sería el único candidato y obtendría el respaldo masivo de los militantes.

Bien hechas, sin interferencias y con un apoyo unánime al ganador, las primarias son la mejor opción
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No contaba con el malestar que se había generado entre los delegados al citado congreso -que yo presidí, por cierto-, que no solo se sentían excluidos de la elección del secretario general sino que muy mayoritariamente hubieran deseado que el escogido fuera Pepe Borrell, al que consideraban más capaz de ganar las elecciones al PP en el año 2000.

En aquel momento casi todo el mundo pensaba que habría un solo candidato, Almunia, y que este sería refrendado por las bases con más o menos participación. La sorpresa surgió cuando Pepe Borrell hizo pública su candidatura después de consultar a algunos amigos y compañeros, entre los que me encontraba. Su candidatura despertó rápidamente el entusiasmo de amplios sectores de las bases socialistas de toda España y a la vez la sincera desconfianza de los cuadros partidarios que casi por unanimidad, uno detrás de otro, publicitaron su apoyo a Almunia.

La campaña de las primarias, porque eso fue sin duda y más animada, transparente y participativa que muchas elecciones generales, llegó a todo el país. Los periódicos, radios, cadenas de televisión, en sus programas informativos, pero también en los de ocio o entretenimiento, ocupaban grandes espacios en el seguimiento de las actividades de Almunia y Borrell.

Poco a poco la cosa fue decantándose, al menos entre el gran público, a favor de Borrell, quien tuvo su momento estelar un día que contestando a Almunia que lo acusó de jacobino (centralista, izquierdista) recordó las palabras de Antonio Machado "hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno, y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy en el buen sentido de la palabra, bueno". El efecto fue demoledor para el secretario general.

A pesar de los iniciales intentos del aparato de poner pegas (locales, seguimiento, propaganda) a la campaña de Borrell, este, por su don de gentes y su brillante oratoria, se impuso de tal manera que cada obstáculo, voluntario o no, se convertía en ventaja para el catalán.

La victoria de Borrell por 10 puntos de diferencia fue apabullante y, lo que es más importante, los sondeos decían que si se convocaban elecciones en esos momentos Borrell ganaría con holgura a Aznar.

Pero ni el aparato del PSOE ni los poderes fácticos que lo acompañaban en la preferencia por Almunia estaban dispuestos a perder un control que creían seguro y empezó el boicoteo al candidato, lo que junto a sus propios errores -y los de los que le ayudamos- condujo primero a la malhadada bicefalia, después a la renuncia de Borrell y por último a la debacle de Almunia frente a Aznar en las elecciones del año 2000.

A partir de entonces los aparatos del PSOE han visto a las primarias como algo rechazable (defienden esta tesis, sobre todo los que perdieron con Almunia). Muy al contrario, si se realizan bien, democráticamente, limpiamente, sin interferencias de aparatos y después se respetan los resultados y todos apoyan al ganador o ganadora, este o esta se convertirán en un competidor o competidora con muchas posibilidades de ganar a su oponente de la derecha.

Esa es la lección a extraer de las primarias que van a oponer a Tomás Gómez y Trinidad Jiménez por la candidatura socialista a la Comunidad de Madrid.

Luis Yáñez-Barnuevo es eurodiputado. Fue director de la oficina del candidato Josep Borrell.

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