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Reportaje:SI LOS EDIFICIOS HABLASEN...

De monjas, disfraces y decoradores

La historia de una casa que fue convento, palacio y almacén de ropa

Patricia Gosálvez

Cuando Lorenzo Castillo leyó que el arquitecto y diseñador de interiores Renzo Mongiardino "trabajaba en pijama y zapatillas y vivía en un palacio" decidió que él quería hacer lo mismo. La casa-estudio de este decorador madrileño es ese sueño hecho realidad. Un pisazo de 1.000 metros cuadrados en plena calle de la Magdalena (entre Antón Martín y Tirso de Molina). Castillo se enamoró de su fachada neoclásica, "elegantísima", pero viéndola tan discreta y descascarillada, uno no espera el lujo que hay dentro. Se entra por las antiguas caballerizas, reconvertidas en un vergel de helechos y chaises longues. Cuando el inquilino es decorador, su hogar se convierte en tarjeta de presentación. "Aquí pruebo mis ideas", dice Castillo, que se gastó la mitad de lo que le costó el piso en reformarlo. Para pagarlo subastó el mobiliario de su anterior casa. No le importó: "Estamos aquí de paso", dice refiriéndose a la vida, "no entiendo a la gente que acumula, el placer estético es un juego". Él juega a combinar arte contemporáneo con retratos ecuestres y gasta un gusto exquisito: en el baño de servicio ("muy Bauhaus") quería paredes de rayas blancas y negras, pero en vez de pintarlas combinó marmol griego y de Zimbabue.

Cuando Castillo decidió "recuperar este patrimonio", su casa era el almacén de disfraces Hermanos Peris ("había una sala de las estrellas con trajes de Ava Gardner o Audrey Hepburn"). "Antes de eso fue palacio de los condes de Torrijos, que, según cuentan, tenían goyas y grecos, y antes convento", explica Castillo, "pero si averiguas algo más cuéntamelo".

La genealogía de una casa madrileña empieza por mirar si hay fecha en su portal. La hay: 1858. Uno de los primeros lugares donde acudir es el Servicio Histórico del Colegio de Arquitectos, tristemente diezmado hace unas semanas de parte de su personal. Pero, crisis mediante, siguen ofreciendo datos: en la finca -reformada en el XIX y con un nivel de protección 2 (estructural)- hubo desde mediados del XVIII casas del convento de la Magdalena. Para encontrar los legajos originales, la siguiente parada es el Archivo de Villa. Está en el cuartel del Conde Duque y en obras, pero, andamios mediante, el expediente aparece. En papel amarillento y con caligrafía rimbombante acredita que la obra de 1858 fue una ampliación de la dueña, doña Patrocinio Borreguero de Pérez Hernández. El engolado lenguaje decimonónico no tiene desperdicio. De muestra, esta nota de disculpa para el técnico municipal: "Me atrevo a manifestar a Vuestra Señoría que estando señalados otros dos actos de igual naturaleza el mismo día y a la propia hora debiendo intervenir en todos el mismo arquitecto no puede personarse y es indispensable que Vuestra Señoría tenga a bien designar otro día o el mismo si así lo estimase, aunque a distinta hora". La información no sirve de mucho, sin embargo, es hermoso que se conserven cosas así. Tirando del hilo, las archiveras producen otro expediente, este microfilmado, de 1775. Es la licencia para constuir una casa anexa al convento. La firma el mismísimo Ventura Rodríguez (arquitecto de Cibeles o Neptuno), entonces maestro mayor del Ayuntamiento. Con caligrafía redondita y mucha sensatez, Rodríguez da luz verde al edificio, pero exige que los balcones estén calculados "para que al pasar un hombre a caballo no dé en ellos con la cabeza". Un detalle menor, de acuerdo, pero así también se escribe la historia.

Internet es el otro gran archivo a consultar. Entre blogs, pornografía y tonterías varias se encuentran cosas como un estudio sobre los negocios inmobiliarios de los conventos femeninos del XVIII, un listado de las actas del convento de la Magdalena desde su construcción en 1571 hasta su derribo en 1839 o el plano de Pedro Texeira (de 1656) en versión interactiva (divertidísima, en serio). Con todo ello se construye la biografía de una casa que nació como una rentable inversión de las monjas agustinas calzadas, quienes llegaron a alquilarla por 14.000 reales (la más cara de su tipología). Y así fue pasando gente hasta que un día del siglo XXI Lorenzo Castillo, camino del Rastro, se prendó de este "caserón vetusto tan madrileño" y entró a formar parte de la historia mínima de una ciudad.

El diseñador de interiores Lorenzo Castillo en las antiguas caballerizas de su casa, que fue almacén de disfraces.
El diseñador de interiores Lorenzo Castillo en las antiguas caballerizas de su casa, que fue almacén de disfraces.SAMUEL SÁNCHEZ

Magdalena, 17

- Autores. M. Burgueño (1775), F. Sainz de la Lastra (1858) y otros.

- Construcción. 1775, reformado en 1858.

- Estilo. Neoclásico.

- Ubicación. Antón Martín.

- Función original. Casa de convento.

- Función actual. Pisos.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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