_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El sol de nuestra vida

El sol es la vida. No hay que ser Nostradamus para predecir que el día en que esa estrella se apague nos vamos todos a hacer puñetas. Es lógico que fuera la primera deidad que adorara el homo sapiens sabedor de que su luz y su calor resultaban imprescindibles para sobrevivir. Tal vez esa veneración primigenia podría estar en los genes de quienes se exponen al sol hasta la obsesión.

Tal vez el subconsciente identifique por ello las pieles bronceadas como un síntoma de salud. Occidente venera los cuerpos tostados. No solo lo consideran un ingrediente básico de la belleza, también lo relaciona con el prestigio social. Cuántas novias han acudido al altar con la cara como un tomate y la boca llena de pupas por los atracones de sol que se pegaron para casarse morenitas.

Las cabinas bronceadoras deberían exhibir la advertencia de "perjudica seriamente la salud"

El subconsciente colectivo relaciona a los blancuchos con la enfermedad, el aburrimiento y hasta la pobreza. Solo así se explica el tremendo sacrificio a que muchos someten su cuerpo especialmente en verano. Solo el temor cerval a la degradante palidez les da fuerzas para entregarse a la cruel parrilla. Lo realmente paradójico es que sabemos que tomar el sol en exceso no solo acelera el envejecimiento de la piel sino que además de producir manchas y quemaduras la somete a un alto riesgo de contraer carcinomas y melanomas. Un precio inaceptable que, sin embargo, se paga alegremente como si solo importara el presente.

Hasta el verano pasado muchos adictos al moreno se engañaban a sí mismos bronceándose en las cabinas de rayos UVA. La industria del sol artificial sostenía a duras penas la inocuidad de sus máquinas gracias a la ambigüedad de la Organización Mundial de la Salud en la clasificación sanitaria de sus efectos.

Ahora ya no hay medias tintas, la OMS sustituyó su "probablemente cancerígenos" por "cancerígenos" y eso lo cambia todo. Tanto que, según los estudios del Centro Internacional de Investigación del Cáncer, el uso de cabinas de rayos UVA es incluso más peligroso que tomar el sol con cremas protectoras. Ese mismo informe concluye que quienes usen esas máquinas antes de cumplir los 30 tendrán un 75% más de posibilidades de contraer cáncer cutáneo u ocular.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La industria tostadora de carne humana descalifica esos estudios que considera erróneos. El Ministerio de Sanidad dejó claro que no piensa prohibir las cabinas de rayos, lo cual me parece razonable.

Cada uno es muy dueño de correr los riesgos que quiera y lo que sí ha de hacer la Administración es advertir claramente dónde está el peligro, algo que, por cierto no hace en la industria alimentaria con las llamadas grasas trans tan perjudiciales para el aparato circulatorio.

Al igual que una orla negra advierte en las cajetillas de tabaco que "el fumar puede matar" el consumidor debe saber que otros productos del mercado perjudican seriamente nuestra salud. En las cabinas bronceadoras debería figurar por tanto esa advertencia. El sol en cambio no admite avisos, esquelas ni etiquetas. Esta ahí y podemos tomarlo libre y soberanamente. La diferencia entre disfrutarlo o padecerlo reside en su conocimiento.

La luz solar es un elemento fundamental para sintetizar la vitamina D y fortalecer la estructura ósea, también mejora el estado de ánimo, refuerza el sistema inmunológico, mejora la calidad de sueño y hasta la vida sexual, que no es poco. Pero según los científicos, solo será un buen aliado de nuestra salud si lo tomamos a las horas en que no resulta dañino y dosificarlo adecuadamente. En condiciones normales 10 o 15 minutos al día tres o cuatro veces por semana evitando el periodo entre las doce y las cuatro de la tarde, serán saludables y nos mantendrá el tono sin llegar al aberrante moreno Julio Iglesias. El sol puede tomarse en un parque, no hay que tenerle miedo, solo conocerle y respetarle. El sol es la vida, procuremos que estimule la nuestra, no que la queme.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_