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Columna
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Depre

Juan Cruz

Menuda la ha armado Felipe González diciéndole a Zapatero que huya de la depre.

Felipe es un poco hombre báscula. Cuando él todavía estaba contento al pesarse, le dijo a un amigo en la Expo de Sevilla, mirándole a la tripa, el 19 de abril de 1992, para ser exactos:

-No te me engordes.

No te me engordes, no te me pongas depre. En este último caso, Zapatero le respondió raudo: "Felipe, eh, que de depre nada".

Qué va a decir. Cuando tienes delante a un hombre báscula hay que cortarle de raíz la raíz de la sinceridad. De gordura, nada, es tu impresión; de depre nada, se me pasará enseguida. Decía Manuel Vicent el otro día, cuando le impusieron la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, que había que tener mucho cuidado con los hombres básculas. Esos que, al verte después de algún tiempo, señalan hacia tu tripa, hacia tu pelo o hacia tus ojeras. Y te dicen:

-Huy, cómo pasa el tiempo.

Gente ante la que habría que aparecer con burka.

A Felipe González, que tiene cierta tendencia a convertirse en hombre báscula, le han quitado la razón casi siempre los que no quisieron que la tuviera en nada. Pero esta vez, como les abrió la espita de los grandes titulares depresivos, les dio pista, y se lanzaron a la yugular de Zapatero, es decir, a sus ojeras. Felipe González había hablado de la yugular y de las ojeras, y había citado depre, la palabra maldita, y por el camino de las ojeras le fueron a la yugular del presidente. Estos chupasangres van a la yugular por cualquier vía, ya lo advirtió el ex presidente, y si no encuentran yugular, siguen mordiendo, hasta que te revientan los ojos.

Uno de esos medios que pagarían para que Felipe diera un traspié y desapareciera, y aprovechan para buscar también los traspiés de Zapatero, quiso reflejar en sus grandes titulares sensacionales (es decir, sensacionalistas) que el presidente está peor, si cabe, "miren sus ojeras". Y como la yugular es una cosa del alma y no se ve, le retrataron las comisuras de los ojos, ese inmenso campo de experimentación; ese mundo de los ojos tiene en Zapatero el atractivo de estar condimentado con una mirada que, vista muy de cerca, no engaña a nadie.

En realidad, vistos de cerca los ojos nunca engañan. Si estás triste, los ojos lo dicen, y si estás alegre, los ojos lo dicen también, y si esperas el autobús, los ojos también te delatan. Todo está en los ojos, que diría Alberti. Ese medio que sacó los ojos de Zapatero quiso publicar un retrato báscula ("qué mal está Zapatero, ¿has visto las ojeras?") y se quedó en un retrato de las intenciones del retrato: mostrar a Zapatero en su peor momento. Y no: las fuentes bien informadas explican que en esa fotografía en concreto Zapatero está riendo. ¿Quiénes son las fuentes bien informadas? Los ojos, qué fuentes van a ser.

Son tiempos de miradas confusas; ahí estaba Rajoy, confundido con los ministros del Interior de José María Aznar. La mirada de éste es fiera, como un sable; y Rajoy parecía mirar al cielo del que Aznar lo desprende cada vez que Mariano se eleva un poco. Pero de ese estado de ánimo no se hicieron fotos báscula, porque los que quieren que Zapatero dé un traspié sólo retratan ahora las arrugas del presidente, como si en esos intersticios que reflejan duda, satisfacción o ira hallaran la línea directa que va a lo más delicado de su yugular. Haría bien Zapatero, dicen los que conocen sus costumbres, en pedirle a sus retratistas habituales que le dejen de hurgar en la mirada porque un día van a decir, sin que Felipe les abra el paso, que no pesa nada de nada, ya le chuparon la sangre para hacerle el retrato. -

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