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Columna
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La llamada de África

Madrid y el mundo entero tienen los ojos puestos en Sudáfrica. Pero no hace falta mirar tan lejos para sentir a África entre nosotros. En Madrid viven miles de africanos, muchos en condiciones bastante precarias. Casi todos tuvieron que pasar muchas calamidades para llegar hasta aquí, empezando por las pateras y siguiendo luego un peregrinaje por todo el país en busca de comida y trabajo. Una mañana de domingo, el Retiro es una explosión sensual de tambores y ritmos africanos; la mayoría llevan la música en el cuerpo y en el alma. Sin embargo, abundan la tristeza y la melancolía en su mirada. Normal.

Ayer escribía en este periódico Vicente Verdú un certero artículo en el que invitaba a conocer el África profunda, "no el África de los partidos vía Johanesburgo y otras sedes". Verdú, con realismo, reconoce que África es "lo más parecido al basurero de este mundo". Pero reconoce también la "extraordinaria atracción por estas tierras" que sienten los amantes de la belleza.

Estuve en la guerra de Ruanda en 1994. Jamás había experimentado tales horrores ni había visto tantos muertos juntos. Pero en noches estrelladas, el espectáculo de la naturaleza fascina de tal modo que te olvidabas del horror hasta el día siguiente. Ruanda es de una belleza majestuosa y suave.

África atrae de tal modo que siempre quieres volver para dejarte fascinar por su sonido, sus olores, sus ríos. Y como concluye Verdú: "Nadie vuelve de allí siendo el que fue". África es una catarsis necesaria, pero crea adición.

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