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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La cogida

Juan Cruz

¿Y qué iban a hacer las imágenes de Canal +, mirar para otro lado? No podían, no pueden. Está pasando, lo estás viendo. Un amigo que estaba allí, en Las Ventas, donde Cristóbal Manuel captó esa fotografía tremenda que fue primera página (¿y cómo no iba a serlo?), me contó por la noche que él no vio la escena, se le pasó. La herida, cualquier herida, incluso las enormes heridas, constituyen una ráfaga de violencia que rasga el aire y se queda, instantánea, en algunas retinas, pero el ojo no está preparado para captar el dolor en el instante mismo en que éste se produce. Así que ahí estaba Canal +, y estaba Cristóbal Manuel, para convertir el instante en una historia que ahora desata escalofríos.

Habrá un debate, ya lo hay, sobre si la imagen no es la expresión de una catástrofe que hiere la sensibilidad y, por tanto, la vista. La televisión nos ha acostumbrado a la falta de compasión, porque acolcha las mentes frente a la violencia que se produce en las guerras o en las calles azotadas de países o de lugares cuyo lugar común ya es la muerte. En la discusión toros, sí, toros, no, que circula ahora con más virulencia en España, este trozo de realidad ensangrentada que las fotos y la televisión han convertido en una tragedia a cámara lenta se convierte en un póster que explica mejor que cualquier otra imagen el riesgo ensangrentado de la llamada fiesta nacional.

Claro, la imagen representa a un hombre que es atravesado de manera alevosa por el asta de un toro, con cuya vida el hombre (Julio Aparicio) ha estado jugando para regocijo de los que miran. Para regocijo, y de pronto para estupor de los que miran. Ahí está, sin vuelo en el verso, la imagen que se teme siempre que la arena se llena de hombres que persiguen al toro para matarlo. El toro también existe, no dice nada, mira y ataca, y mata, o trata de matar. La imagen que ha producido esa lucha es ahora historia de la televisión, grito de los aficionados, fotografía de primera página. Unos discutirán sobre si debía estar ahí, tan prominente (¿y cómo no iba a estarlo?) ese retrato del hombre atravesado por el toro. La pregunta es si es necesario que el hombre persista en jugar con el toro para matarlo. Mientras tanto, ojalá Aparicio supere pronto la herida terrible que le ha convertido en símbolo de sangre del ruido de la discusión.

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