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Reportaje:EL ESCÁNDALO CAMPS

Un apoyo sin límite ni caducidad

Rajoy apoyará al valenciano mientras este no se rinda. Está dispuesto a respaldarle incluso si le sientan en el banquillo

Carlos E. Cué

Ni siquiera los que llevan años trabajando con él son capaces de intuir lo que está pensando Mariano Rajoy. Es casi imposible, explican, llegar a tal nivel de confianza como para que se derrote y confiese qué maquina su cabeza. Eso hizo, por ejemplo, que todo el mundo pensara, por sus gestos y sus palabras, que iba a dimitir tras su segunda derrota electoral en 2008. Grave error. Todos los que le tratan habitualmente insisten en que es muy difícil entenderle.

Y casi nadie entiende ahora por qué ha decidido, de nuevo, exponerse a un lento deterioro de su imagen por su incapacidad para resolver el caso Camps. Es lo mismo que hizo antes con Luis Bárcenas, el ex tesorero. Rajoy permitió que durante un larguísimo año, cada escándalo afectara directamente a su imagen. El propio líder del PP, en privado, admite el coste de su resistencia a tomar decisiones. Pero no parece dispuesto a cambiar de estrategia.

Rajoy está dispuesto a dejar a Camps que llegue hasta donde la presión le permita. Por ahora, esa presión no es mucha
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Los datos de partida son simples. El PP está absolutamente convencido de que gana las elecciones de calle en la Comunidad Valenciana con cualquier candidato. Relevar al president, por tanto, no supone un problema político, no hay riesgo de derrota. Además, el caso Camps, después de la decisión del Tribunal Supremo, sólo puede ir a peor, admiten en Génova. Por si fuera poco, todos los dirigentes nacionales consultados, incluidos algunos que siempre han tenido muy buena relación con Camps, coinciden en que le ven muy mal, cada vez peor, incapaz de enfrentarse con argumentos políticos a su viacrucis personal. Por la calle Génova circulan todo tipo de anécdotas, reales o falsas, que denotan una gran preocupación por el estado anímico del president. Se habla sobre todo de su forma de reaccionar ante las noticias negativas, como el varapalo del Supremo, por unanimidad. Y se comentan con inquietud los mensajes con pasajes bíblicos o referencias a personajes de cuento -como el Juan sin Miedo que utilizó el miércoles- que envía a otros dirigentes. Algunos temen incluso que esté afrontando este asunto con criterios no ya políticos, sino religiosos -es un hombre de firmes convicciones cristianas-, como si fuera una auténtica prueba que tiene que superar. Y entonces, ¿por qué y para qué mantenerlo?

Rajoy, insisten los suyos, vería bien que Camps renunciara, pero no será él quien se lo pida. Sencillamente, no es su estilo. No es que defienda la actuación del valenciano, y en privado muchos le han escuchado decir que "está volado", esto es, que la presión ha podido con él y ya no actúa con serenidad. Pero aún así, está dispuesto a protegerle hasta el final.

Para algunos, Rajoy está devolviendo el favor que Camps le hizo cuando le apoyó en los momentos difíciles, tras la derrota de 2008. Para otros, el valenciano representa el corazón del proyecto de Rajoy, que se apoyó en barones moderados como Camps, Javier Arenas o Alberto Núñez Feijóo. Para otros, tiene que haber algún motivo más oscuro, en especial la financiación ilegal del PP valenciano, un asunto delicado del que Rajoy no quiere hablar en público pero que preocupa a todos, especialmente ahora que el caso vuelve a Valencia y nadie descarta que se amplíen los delitos y el juez Flors se haga con la investigación que está llevando adelante el juez Pedreira, en Madrid.

Lo único que parece seguro es que Rajoy está dispuesto a permitir a Camps que llegue hasta donde la presión le deje llegar. En el PP se habla ya incluso de dos posibilidades que demuestran hasta qué punto llega el apoyo de Rajoy, que le respalda mucho más que algunos de sus compañeros valencianos, que empiezan a moverse para estar bien colocados cuando caiga. Una posible salida es que el presidente valenciano admita el delito, lo que se conoce como allanarse, para evitar el juicio y pagar la multa que corresponda. Eso implicaría que Rajoy está dispuesto a aceptar que un político condenado por cohecho impropio, aunque sea admitiendo el delito -eso puede evitar el juicio, no la condena- puede seguir al frente de una comunidad y presentarse a unas elecciones. La otra posibilidad es que se asuma el juicio y la posible condena, ya que ésta no implicaría inhabilitación.

Cualquiera de esas dos hipótesis parte de la base de que Camps aguantará la presión. En el entorno de Rajoy insisten, en cualquier caso, en que esa presión está siendo muchísimo menor de lo esperado. Aunque siempre presume de su independencia, el líder del PP, como muchos otros políticos, actúa en ocasiones en función de las portadas de los periódicos. Y la fortuna -la de Camps- ha querido que la decisión del Supremo coincidiera con la principal noticia política de los últimos meses: el anuncio de los recortes del Gobierno. Rajoy estaba esperando en su escaño para preguntar a Zapatero cuando le llegó el mensaje que el Supremo ordenaba procesar a Camps, una noticia que pasó a un segundo plano. Los marianistas están también muy sorprendidos porque tampoco han sentido, como sí sucedió con Bárcenas, una enorme presión de los barones autonómicos. A todos les gustaría que Camps se rindiera, pero nadie lo ha pedido expresamente en público. Todos admiten en privado que la situación es insostenible, pero cuando Rajoy ha hecho una de sus habituales rondas de sondeo, no ha encontrado la olla a presión que se esperaba.

¿Por qué? De nuevo, por los medios, sobre todo. Los barones autonómicos presionaron con Bárcenas porque estaban hartos de que sus ruedas de prensa para hablar de temas locales acabaran monopolizadas por preguntas sobre el caso Gürtel. Y ahora no está pasando. Pero también hay otro elemento. "Camps no es Bárcenas. Todos creemos que no se ha llevado dinero. Y eso cambia un poco las cosas", sentencia un barón resumiendo una opinión muy extendida. Es la consigna de Rajoy y de Génova: "un presidente no se vende por tres trajes". Esto es, el PP asume que Camps mintió y sigue mintiendo cuando dice que pagó todos los trajes - "¿y quién no miente hoy en política?", llega a decir un diputado- pero eso no se considera motivo suficiente para forzarlo a dimitir. De de la financiación ilegal, de las comisiones de la visita del Papa, y del enriquecimiento de su amigo del alma Álvaro Pérez, el Bigotes, el PP sigue sin querer hablar mientras no haya imputados.

Francisco Camps
Francisco CampsSCIAMMARELLA

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