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Columna
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Preguntas a José Blanco

Desde hace una semana, Zapatero y el Ejecutivo que preside han decidido iniciar una ofensiva política para explicar y defender su duro programa de ajuste. Con tal motivo pretenden movilizar a los cargos socialistas y, en primer lugar, a los ministros del Gobierno. Al frente de todos ellos se ha situado nuestro paisano José Blanco, que, desplegando una arrolladora iniciativa, multiplica su presencia en actos, debates y entrevistas en todo tipo de medios audiovisuales. Debo reconocer que realiza su trabajo con inteligencia y energía pero con escaso éxito, porque, pese a la indiscutible habilidad del ministro de Fomento, el nuevo programa político que deriva del giro copernicano emprendido por el Gobierno es difícilmente defendible.

Pese a la inteligencia y habilidad del ministro, no es defendible el giro copernicano del Gobierno

Así pues, me permito interrogar públicamente a Pepe Blanco sobre algunas cuestiones que él nunca explica en sus reiteradas comparecencias. Hace dos años todos los gobiernos, incluido el nuestro, señalaban con el dedo acusador a los verdaderos culpables de la grave crisis que nos asola - la gran banca y los especuladores financieros-, y por doquier se escuchaban voces autorizadas que reclamaban nada menos que la refundación del capitalismo, la necesidad de meter en cintura a los mercados financieros o el fin de los paraísos fiscales. ¿Por qué todo ello ha desaparecido de repente del debate público? ¿Por qué razón los excesos reales de este capitalismo de amiguetes han sido sustituidos en el debate por unos supuestos e inexistentes excesos del Estado del bienestar, cuyas prestaciones, en consecuencia, es preciso recortar para salir de la crisis? ¿Cómo es posible que el Gobierno haya aceptado este burdo cambio de escenario?

Nada de esto ha aclarado en sus comparecencias el ministro de Fomento. Como tampoco explica los motivos por los que el grueso del ajuste se realiza a través de medidas socialmente injustas y económicamente ineficaces, tales como la reducción del gasto social y de las inversiones públicas. ¿Por qué se ha renunciado a incrementar los recursos del Estado combatiendo el fraude y subiendo los impuestos a los mas ricos, tal como anuncian países como Portugal, Francia o el Reino Unido? Ya sabíamos que para los ricos el Estado constituye una carga, excepto cuando, como ocurre ahora con el rescate de las entidades financieras en quiebra, sirve a sus intereses particulares. Del mismo modo que es detestado cuando sirve al bienestar e incluso a la supervivencia de los mas necesitados. Lo que no sabíamos, y Blanco no lo aclara, es que el Gobierno socialista compartiera semejantes principios.

Hoy es notorio que asistimos a un impetuoso crecimiento de concentración financiera, que promueven poderes económicos, de carácter global y origen no democrático, que imponen su ley y gobiernan el proceso mundial sin que existan poderes democráticos capaces de subordinarlos al interés general. El resultado es la marginación de la política y una crisis profunda de la democracia. Habrá quien vea en este diagnóstico un elevado grado de catastrofismo o el anuncio de un nuevo apocalipsis. Al que así piense, le recomiendo que reflexione sobre el número de veces que ha escuchado en los últimos meses afirmar que, en el contexto de la crisis actual, no existe margen para un proyecto político diferente al que viene aplicándose. Pero si no hay espacio para alternativas diversas, si no existe margen de decisión, ¿no estamos teorizando el fin de la democracia, cuya esencia radica, precisamente, en la capacidad de elegir y decidir, en un acto de soberanía, entre opciones diferentes dentro del respeto a las reglas del juego previamente pactadas? Tampoco Pepe Blanco parece tener conciencia de las terribles consecuencias que puede acarrear este peliagudo asunto.

Finalmente, convendría que el celebrado ministro de Fomento aclarase si a las medidas en marcha se van a añadir otras, tales como la reforma laboral a golpe de decreto, la reducción de ayudas a las energías renovables o la privatización de las cajas de ahorro. Si es así, se completaría un programa político que desvirtuaría la naturaleza misma del Partido Socialista y que, sin duda, lo llevará a una onerosa derrota política y electoral. Peor aún, lo inhabilitaría en el futuro, y por mucho tiempo, para ejercer una oposición creíble al PP, que encontrará, cuando llegue al Gobierno, un terreno despejado y se limitará a aplicar y profundizar en las medidas que está a punto de aprobar el Gobierno socialista. Al parecer, como denunciaba Galbraith, los disparates de los ricos pasan en este mundo por sabios proverbios.

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