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Acuerdo sobre armas estratégicas

Obama avanza hacia el desarme nuclear

Los presidentes de EE UU y Rusia acuerdan la reducción del 30% de sus cabezas atómicas - El nuevo tratado debe ser ratificado por el Senado y la Duma

Antonio Caño

Tras la aprobación reciente de una ley que hace la sociedad norteamericana más justa, Barack Obama anunció ayer un tratado de desarme que hace el mundo más seguro. El Nuevo START, que permitirá la eliminación de un 30% de las cabezas nucleares de EE UU y Rusia, sirve además para cimentar un clima de cooperación entre los dos países y para encarar con renovada autoridad la empresa de contener la proliferación nuclear.

El Nuevo START, que sustituye al que firmaron en 1991 Mijaíl Gorbachov y George Bush, es el primer acuerdo de desarme que EE UU suscribe con la Rusia postsoviética; es la primera prueba efectiva de que las dos grandes potencias nucleares deciden trabajar a favor de la paz. Aún con todas sus limitaciones -el volumen de armamento conjunto sigue siendo enorme-, este éxito contribuye a la respetabilidad de Rusia y eleva el prestigio personal de Obama, que firmará el 8 de abril en Praga un tratado que continúa la obra del último gran presidente estadounidense en política exterior. "Hemos demostrado la importancia del liderazgo norteamericano en beneficio de nuestra propia seguridad y de la del mundo", dijo Obama después de haber cerrado los últimos detalles del tratado en una conversación telefónica con su colega ruso, Dmitri Medvédev.

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Como añadió la secretaria de Estado, Hillary Clinton, "tanto EE UU como Rusia salen de esta negociación con más credibilidad". La Administración norteamericana tiene ahora más argumentos para pedir la colaboración de otros gobiernos frente a las naciones, particularmente Irán y Corea del Norte, que quieren desarrollar planes nucleares al margen del control internacional. La segunda semana de abril, Obama recibirá en Washington a más de 40 jefes de Estado en una cumbre contra la dispersión nuclear, y en mayo la ONU discutirá en Nueva York la revisión del Tratado de No Proliferación (TNP).

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El acuerdo anunciado ayer crea una nueva perspectiva de cara a esas importantes citas. Rusia y EE UU llegan de la mano, comprometidos en la causa del desarme. Obama, particularmente, acude después de haber demostrado que su mensaje de hace un año, precisamente en Praga, a favor de un mundo sin armas nucleares no era un gesto vacío.

"Las armas nucleares", dijo ayer Obama, "representan al mismo tiempo los días más oscuros de la guerra fría y las amenazas más problemáticas de nuestro tiempo". "Con este acuerdo", añadió, "enviamos una clara señal al mundo de que estamos dispuestos a encabezar los esfuerzos internacionales para frenar la expansión de ese armamento y para asegurarnos que otras naciones cumplen con sus responsabilidades".

Se trata de una batalla larga y repleta de obstáculos. Las armas atómicas son esenciales desde la perspectiva de algunos países, no sólo Irán, implicados en largos conflictos en Oriente Próximo, como es el caso de Israel, o en históricas rivalidades fronterizas, como India y Pakistán. También en Europa, ese armamento sigue siendo considerado disuasorio por Francia y Reino Unido. En EE UU, desde luego, el mantenimiento de un arsenal nuclear es aún, como dijo ayer el secretario de Defensa, Robert Gates, "un pilar esencial de la seguridad".

El camino que queda es tan difícil que ni siquiera está todavía garantizado que el tratado anunciado ayer llegue a aplicarse jamás. Antes tendrá que ser ratificado por el Parlamento ruso y por los dos tercios (67 escaños) del Senado de EE UU, lo que no será fácil, pese a las palabras optimistas pronunciadas ayer.

"La seguridad nacional siempre ha dado lugar a grandes mayorías bipartidistas y no veo ninguna razón para que ahora sea diferente. La gran mayoría de los senadores verán que esto es un asunto que afecta a los intereses nacionales, que no es un asunto político", manifestó Clinton.

Obama mencionó los nombres de grandes figuras de la política exterior norteamericana, demócratas y republicanos, que han dado su apoyo a este tratado: George Shultz, Sam Nunn, Herry Kissinger, William Perry. Pero no dijo que este país y este Congreso no son hoy los mismos que cuando esos personajes exhibían por el mundo su autoridad con la certeza del respaldo mayoritario en su país. EE UU vive todavía enfangado en la polémica sobre la reforma sanitaria y muchos republicanos no ven causa de suficiente altura para apoyar a un presidente al que manifiestamente detestan.

El Nuevo START puede, además, ser una oportunidad para algunos halcones conservadores de acusar a Obama de debilitar las defensas de la nación. Precisamente por eso, Gates compareció ayer para certificar que los misiles defensivos no se verán afectados por este tratado y que se han aprobado nuevas inversiones para asegurar la perfecta disponibilidad de las armas que permanecerán después de este recorte. El jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen, prometió, por su parte, que todos los mandos militares responsables "apoyan sólidamente este tratado".

Todos los obstáculos citados no niegan el hecho de que, con este acuerdo, el mundo entra en una dinámica distinta. "No necesitamos arsenales de estas dimensiones para defender a nuestra nación", dijo Clinton. "Somos realistas", añadió, "sabemos que el objetivo de la completa desnuclearización puede llevar muchos años, pero los pasos que estamos dando están encaminados a ese fin; esa es nuestra meta".

El éxito de esta negociación, que ha costado más de ocho meses y que ha rebasado dos veces el plazo marcado, ha enseñado una última cosa, a juicio de la secretaria de Estado: "La diplomacia también puede servir para defender los intereses nacionales".

El presidente de EE UU, Barack Obama, durante la rueda de prensa para explicar el tratado Nuevo START. A su izquierda,
la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el de Defensa,
Robert Gates.
El presidente de EE UU, Barack Obama, durante la rueda de prensa para explicar el tratado Nuevo START. A su izquierda, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el de Defensa, Robert Gates.AP

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