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Columna
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El desfase de la Playstation

¡Buena se ha armado con la PlayStation 3 de Sony! Cuando todos pensábamos que el famoso efecto 2000 de los ordenadores había sido una broma -¿recuerdan aquella Nochevieja angustiosa en la que más de uno creyó que se acababa el mundo?-, ahora resulta que, una década después, los jugadores de la consola de marras experimentan una recidiva peor que el brote original. Es como si, perdido el miedo a la gripe A, ahora hubiese, en un país desarrollado, una epidemia con miles de víctimas. Y es que el pasado siempre vuelve, lo queramos o no.

Algo parecido está sucediendo con los fantasmas ideológicos que acechan al Partido Popular en la Comunidad Valenciana. No ha sido fácil para la formación heredera de Alianza Popular, que a su vez hereda el franquismo, convencer a los ciudadanos de que se trata de un partido perfectamente equiparable a las demás siglas conservadoras europeas, digamos a la CDU alemana o a los tories ingleses. Todavía hay progres irredentos que ven el PP como una especie de diablo con cuernos sin caer en la cuenta de que la diferencia entre este partido y el PSOE consiste simplemente en que estos últimos abogan por más Estado -más impuestos y más funcionarios, pero también mayor protección social- mientras que aquellos prefieren la iniciativa privada y la reducción del Estado -más dinamismo económico, pero mayor desprotección de los débiles-. En esta disyuntiva existe espacio para el juego político porque los electores no sólo votan ideología, sino sobre todo las soluciones que en cada momento les parecen más acertadas.

Bueno, pues en la Comunidad Valenciana no funciona así, parece que nuestro PPCV no es una formación conservadora, sino carca, que no es lo mismo. Lo digo a propósito del escándalo del cheque escolar del Ayuntamiento de Valencia, el cual, según se acaba de descubrir, discrimina gravemente a las clases populares y se ha traducido en una subvención disimulada a la enseñanza privada. Llueve sobre mojado. Ya éramos la única comunidad autónoma que subvenciona los centros privados en el Bachillerato y, al paso que vamos, no me extrañaría que se acabase por sufragar también las universidades confesionales. Es como si el jugador de la PlayStation de la Comunidad Valenciana sufriese de repente un ramalazo retro en la pantalla, con imágenes fugaces de Gloria, la novela galdosiana, o de la Regenta. Pero hombre, no había que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Se ve que no, se ve que aquí lo que funciona es la alianza del altar y del trono, aunque sea el trono de purpurina de la Generalitat. Luego se extrañan de que el Papa se escandalice por los gastos que originó su visita. Es que, a su manera, Ratzinger también juega a la PlayStation.

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