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Análisis:ÁREA DE META
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Las faltas, una partida de póquer

Andoni Zubizarreta

La cosa suele ser más o menos así: el delantero corre hacia la portería con la pelota controlada y nuestro defensa interrumpe la acción con una falta. Después de esto, las versiones son diversas. Puede haber tarjeta, podemos decir que el delantero se ha tirado, puede ser que la grada ruja solicitando que la falta sea motivo de expulsión. Sea cual sea la posibilidad, lo único que debe preocuparnos a nosotros, porteros, es dónde está situada la pelota. Somos los únicos que estamos obligados a no perderla de vista ni un segundo. Ni pestañear está permitido en ese instante que separa la señalización de la falta de su ejecución. Siempre hay algún delantero listo que intentará aprovechar la confusión para sacar ventaja y dar un pase fácil a un compañero para que nos deje en evidencia, con cara de tontos y con el 1 en el marcador rival. Vamos, que lo último que haríamos es lo que hizo el bueno de Fabianski, del Arsenal, que en la pasada jornada de la Champions dio el balón al árbitro y éste se lo cedió amablemente a sus rivales para que le marcaran uno de esos goles que cuanto más los vemos más absurdos nos parecen.

Y para un día que me quedo quieto en mi palo, firme, el lanzador se llama Cristiano y pone una pelota invisible

Bueno, ahí estamos, mirando fijamente la pelota, intentando medir los metros que nos separan de la bola, adivinando quién de todos ésos de camiseta contraria será el lanzador final y repasando lo que nos ha dicho el entrenador en la charla prepartido respecto a las estrategias del contrario en este tipo de jugadas: quién amaga, quién toca el balón y, finalmente, quién se encarga de lo más difícil, mandarlo en tu dirección a más de 100 kilómetros por hora.

A partir de ahí se abre un juego de póquer. Me decía Iribar en alguna de aquellas tardes que pasamos juntos entrenándonos en Lezama que una falta es un duelo entre portero y lanzador y que se empieza a dilucidar desde la barrera que colocamos entre el balón y nuestra portería. Mucho miedo al rival, muchos jugadores en la barrera; un atrevimiento descomunal del portero, vamos, una bilbainada, y sólo tres en el muro defensivo. Tal vez alguno de ustedes se pregunte qué hace el portero apoyado en el palo de su portería y gritando a sus hombres de la barrera. Lo primero, intentar que se queden quietos y que le hagan caso. Lo segundo, ajustar la barrera de tal forma que cierre cualquier balón curvado por la parte de fuera, la más lejana al portero y aquélla en la que, casi desde que sale, lo perdemos de vista. Porque la clave de todo ese tinglado que se organiza alrededor de la barrera y entre el balón y el portero es ver el balón, no perderlo nunca de vista, tenerlo siempre en la retina para poder reaccionar al lanzamiento eligiendo correctamente hacia dónde y cuándo lanzarse.

Bueno, y ahora empieza lo verdaderamente divertido. La barrera en su sitio intentando ganar un metro al lanzador, los rivales obstaculizando tu visión, tú mirando la pelota y sólo la pelota para que nada nos engañe y el lanzador que da tres pasos hacia atrás y todos esperamos el pitido del árbitro. En ese momento, justo en ese momento, la mente del portero empieza a adivinar por dónde va a ir el disparo. Nuestra neurona determina que, por la postura, el gesto y una mirada que le hemos pillado al tirador, la pelota va a volar por encima de la barrera para buscar nuestra escuadra más lejana. Y damos ese pasito a un lado, ese miserable pasito, 20 centímetros de nada, que nos deja justo detrás de la barrera, justo donde no vemos el balón, justo cuando la pelota parte rauda buscando nuestro palo (el más cercano a nuestra posición), ése que desde niños hemos escuchado que es el que no debemos dejar libre.

Y para un día que me quedo quieto en mi palo, firme en el puesto, el lanzador se llama Cristiano y nos pone la pelota, violenta, imparable, invisible, en mi propia escuadra. Claro que de esto nunca nos hablaron cuando éramos pequeños.

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