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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'efecto Afganistán'

Cae el Gobierno holandés por la oposición del partido socialdemócrata a la guerra

La guerra de Afganistán, en la que la OTAN desarrolla desde el día 12 su ofensiva más ambiciosa, ha sufrido una baja de calidad; pero en la retaguardia. El Gobierno holandés de coalición, que preside el democristiano Jan Peter Balkenende, ha tenido que cesar por la oposición del partido socialdemócrata a seguir en el Gabinete si no se cumplía el pacto electoral establecido con los democristianos para la retirada del contingente en agosto. El primer ministro quería extender a 2011 la permanencia de una fuerza de 1.600 soldados, que ha sufrido 21 bajas mortales en los últimos cinco años.

Balkenende aceptó la renuncia de los seis ministros socialdemócratas, el otro socio mayoritario de la coalición, y cubrirá esas vacantes con democristianos o miembros de la Unión Cristiana, de afectación calvinista, a la que también pertenece el primer ministro. Al perder los 15 escaños laboristas, Balkenende carece de mayoría en la Cámara y aún tiene que afrontar el 3 de marzo elecciones locales, tras lo que se considera probable que convoque comicios para mayo o junio.

La ruptura de la coalición no es gravísima en el aspecto puramente militar, porque la fuerza holandesa es una mínima parte de los 130.000 efectivos de la OTAN que pasarán a ser 150.000 con la llegada en unos meses de otros 30.000 norteamericanos, pero es preocupante por el efecto contagio que puede ejercer en otros miembros europeos de la Alianza Atlántica con tropas en el país. España, atendiendo como Holanda las peticiones de la OTAN y de Estados Unidos, aumentará hasta 1.550 soldados y 40 guardias civiles su contingente, que hoy es de algo más de 1.000 efectivos.

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También puede haber consecuencias en el plano interno, porque se da por descontado que la celebración anticipada de elecciones favorecería a los populistas de extrema derecha de Geert Wilders, hoy con nueve escaños en una Asamblea de 150 puestos, pero al que los sondeos dan como segunda fuerza tras los democristianos. Wilders no sólo es contrario a la guerra, sino a la inmigración, islámica en especial, con lo que Al Qaeda podría ser quien más se beneficiara de los comicios.

La retirada holandesa se produciría cuando Washington inaugura una nueva táctica con la Operación Moshtarak (Unidos) que no aspira tanto a la destrucción del enemigo como a la ocupación de territorio para atraerse a la población, cuya lealtad se quiere asegurar hasta con subsidios en efectivo, como ya se hizo en Irak con la minoría suní, para que combata o al menos no apoye a los talibanes.

Los acuerdos electorales son tan sacrosantos como el valor de la palabra dada y retirarse de Afganistán, con tan amplio preaviso, no es traicionar a nadie, pero tampoco es la mejor iniciativa que un país de la OTAN y especialmente atlantista puede adoptar cuando se está ensayando una nueva vía hacia la victoria, porque valdría la pena averiguar si hay luz al final del largo túnel de Afganistán.

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