Charlie Wilson, el congresista que armó a los 'muyahidin'
La URSS abandonó Afganistán, pero los talibanes aprovecharon los cohetes
Charlie Wilson, el congresista que en los años ochenta entregó miles de millones de dólares a la CIA para que armara a los rebeldes muyahidin de Afganistán en su lucha contra la ocupación soviética, falleció el 10 de febrero, a los 76 años, en su Tejas natal, por complicaciones cardiovasculares. La historia de este particular congresista demócrata quedó retratada en la película de La guerra de Charlie Wilson (2007), sobre las consecuencias no deseadas que pueden tener ciertas decisiones políticas: las armas que Estados Unidos compró a los muyahidin las acabaron usando los talibanes para atacar a las tropas norteamericanas a partir de 2001.
Nacido en Trinity, Tejas, en 1933, Wilson era un político franco hasta la rudeza y tozudo en sus convicciones. Vivía fiel a su apodo, Good Times Charlie (Charlie, el de la diversión). A nadie se le escapaba su amor por las mujeres, los jacuzzis y el buen whisky escocés. Sobre todo, porque no lo escondía. Después de una breve carrera en la política tejana, en 1976 ganó un escaño en la Cámara de Representantes.
Hasta que descubrió la causa de Afganistán, era un aspirante a playboy, un político por casualidad, atraído por la fascinación que el poder ejercía en los demás y capaz, en una ocasión, de llamar a una mujer congresista, Pat Schroeder, babycakes (cariñito). En 1980, el entonces fiscal Rudolph Giuliani (que sería alcalde de Nueva York durante los atentados de 2001) investigó a Wilson por supuesto consumo de cocaína en el casino Cesar's Palace de Las Vegas, y cerró la causa por falta de pruebas.
Vacío de poder
En los ochenta, aprovechando su presencia en el subcomité de financiación militar de la Cámara de Representantes, destinó 5.000 millones de dólares a que la CIA comprara armas para los guerreros muyahidin en su guerra contra la ocupación soviética. Fue el agente del espionaje Gust Avrakotos quien le pidió un incremento de aquella financiación, rompiendo las normas éticas que prohíben que el Ejército o las agencias de inteligencia pidan dinero a congresistas. La operación acabó con una humillante derrota para la URSS.
Sin ayuda para la reconstrucción posterior, el vacío de poder afgano lo ocuparon los talibanes, que albergaron al grupo terrorista Al Qaeda cuando éste atacó EE UU en 2001. El guión original del largometraje La guerra de Charlie Wilson acaba con el representante escuchando en la distancia cómo un avión pilotado por un terrorista se estampa contra el Pentágono, el 11 de septiembre de 2001. En la película, Avrakotos (interpretado por Phillip Seymour Hoffman) le dice al congresista (Tom Hanks), una vez ha huido el ejército rojo de Afganistán: "Hay algo que se llama consecuencias no deseadas, especialmente cuando alguien se comporta de forma tan imprudente como la nuestra".
"Es terrible... ¡Terrible!", dijo Wilson en 2008 en una entrevista. "Los americanos somos muy generosos y dedicados y productivos, pero tenemos el mayor déficit de atención del mundo. Si pudiéramos acabar la guerra de Irak, espero que cualquier administración que venga después
[de la de George Bush] emplee todos los recursos necesarios [en reconstruir Afganistán]".
Wilson se retiró del Congreso en 1997, para regresar a Tejas, donde se casó con la bailarina Barbara Alberstad. En 2007 recibió un trasplante de corazón. En su jubilación, le dijo al escritor George Crile, autor del libro que inspiró el filme sobre su vida: "Nosotros jodimos el final".
No se puede negar, sin embargo, el éxito inicial de la estrategia de Wilson, que financió la mayor operación secreta de la CIA de la historia. La humillación sufrida por la URSS fue un preludio a la caída del imperio comunista. El hecho de que la CIA acabara sospechando, en 2001, que los misiles Stinger que regaló a los muyahidin han acabando aniquilando a soldados norteamericanos en Afganistán es otra cosa. Consecuencias, como diría Avrakotos, no deseadas.
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