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Columna
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Decía Claudio Magris que se siente ante el mundo actual como los campesinos de antaño ante la ciudad. Desorientado, tal vez, o sorprendido, o asustado, seguro que maravillado no, sentimiento éste que también solía experimentar el mundo rural ante el mundo urbano. Pero el campesino era un alien en la ciudad, y si se incorporaba a ella no tardaba en asumirla, en comprenderla y en abandonar su extrañeza. Nosotros, en cambio, no somos aliens en este mundo, sino parte activa de él, agentes y pacientes. Lo empezamos a mirar, sin embargo, con la incomprensión que genera la extrañeza.

Dicen que nos hallamos ante un cambio de paradigma. Pasamos de un mundo bipolar a uno multipolar; observamos asombrados la irrupción de una potencia singular, China, que cuestiona el vínculo casi canónico que establecíamos entre democracia y desarrollo; contemplamos pasmados el paso a segundo plano del poder europeo, lo que cuestiona otra certeza, relacionada ésta con la supremacía blanca y los genes históricos del progreso; intuimos un cambio cultural, de cuyo alcance sólo nos ofrece unas pistas nuestro propio pánico; sospechamos la aparición de nuevas formas de organización del trabajo y de dominio, de las que la crisis actual nos puede suministrar algunas pruebas que aún nos resultan incomprensibles... Y todo ello sólo acompañado del desasosiego, sin revuelta alguna.

Ante ese mundo únicamente nos cabe el desconcierto. Pero fijémonos en el microcosmos, por si nos ofrece algún respiro, o por si refleja al otro, al macrocosmos, dándonos unas pautas para una más fácil comprensión. Leo aquí que PNV y PP se preparan para controlar las cámaras de Comercio vascas. ¿Queda algo ya que el poder político no se disponga a controlar, y cabe alguna posibilidad de que surja o viva nada al margen de su dominio? En sociedades que se dicen liberales, nuestra libertad se está limitando a querer libremente que el poder nos quiera. Y el poder no se cansa de crear instancias del querer: No hay día que pase sin reparto de premios de algún tipo, y tampoco hay día en que no se invoque a un "nosotros" de forma lisonjera.

Markel Olano, diputado general de Guipúzcoa, nos dice en una entrevista que todos tenemos que ponernos las pilas para salir de la crisis, y que Guipúzcoa tiene las condiciones para ocupar el vagón mundial que salga primero de ella. A diferencia de España, como se encarga él previamente de señalar, y cuya situación no puede ser para nosotros un callejón sin salida. Convierte así el nosotros, ese "todos", no en un sujeto, usted y yo, cuyo bienestar está en juego, sino en mero instrumento, un medio, de un proyecto político que manipula la adulación y la inquina. La competencia entre los "nosotros" y la definición de un enemigo interior -aquí los autonomizadores- son algunos de los rasgos de la actual geopolítica del mundo globalizado. Entre truchas y corderos, la nueva zoología no deja de desprender un tufo total...

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