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Los talibanes matan a tres soldados estadounidenses en Pakistán

El atentado pone al descubierto la implicación militar de Washington en la zona

Yolanda Monge

Tres soldados estadounidenses resultaron muertos ayer en un atentado con bomba al noroeste de Pakistán, en una zona de la que, según el Gobierno de Islamabad, habían sido erradicadas las milicias talibanes. El ataque, realizado por control remoto frente a una escuela de niñas cerca del Valle del Swat, se produjo al día siguiente de la mayor ofensiva con aviones no tripulados lanzada hasta ahora por EE UU contra posiciones de Al Qaeda y los talibanes en la región fronteriza entre Pakistán y Afganistán. Otros dos soldados estadounidenses resultaron heridos en el atentado contra el colegio. Tres niñas y un militar paquistaní también perdieron la vida en la explosión y otras 45 personas -incluidas 40 alumnas- resultaron heridas.

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A diferencia de lo que sucede en Afganistán o Irak, el Ejército estadounidense no está oficialmente en Pakistán. Su presencia y colaboración en tareas de espionaje y entrenamiento de tropas paquistaníes es manejada con extrema precaución por el Gobierno del presidente de Pakistán, Asif Alí Zardari, muy criticado por una significativa porción de su país por sus posiciones a favor de Estados Unidos.

Los soldados estadounidenses fallecidos formaban parte de una pequeña unidad que entrena a los Cuerpos Fronterizos de Pakistán, una unidad paramilitar responsable de la seguridad en áreas del noroeste paquistaní cercanas a la frontera afgana. El atentado ha puesto de manifiesto la resistencia de los talibanes en la zona, cuyas milicias están decididas a acabar con el Gobierno de Zardari, marido de la asesinada Benazir Bhutto.

Mercados, cuarteles, comisarías y colegios son objetivos predilectos y recurrentes de los talibanes a pesar de las redadas de las fuerzas de seguridad paquistaníes y los ataques de aviones teledirigidos estadounidenses.

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La explosión se produjo cuando comenzaban los actos de inauguración de un colegio para niñas que había sido reconstruido tras ser dinamitado en enero del año pasado por los talibanes. Los militares formaban parte de un convoy en el que viajaban autoridades locales y periodistas.

Instalaciones estadounidenses y diplomáticos de esa nacionalidad han sufrido en el pasado otros ataques de los islamistas, que consideran la presencia de EE UU una amenaza.

En las últimas semanas -tras el ataque suicida que mató a siete empleados de la CIA en Afganistán-, tanto la CIA como el Ejército de EE UU han intensificado sus operaciones en las zonas tribales del noroeste de Pakistán. Para Washington, esa región está considerada como el principal santuario de Al Qaeda y una importante base de retaguardia de los talibanes afganos, que cuentan con ayuda y logística de los talibanes paquistaníes.

Estados Unidos ha tenido en el pasado a Pakistán como uno de sus más fieles aliados en la volátil zona, y en este momento apuesta fuerte para que el Gobierno de Islamabad ayude a Washington a estabilizar Afganistán, prioridad de la política exterior del presidente Barack Obama y escenario donde se desarrolla una de las dos guerras que Estados Unidos tiene abiertas en el extranjero.

Pero la presencia de EE UU y los ataques norteamericanos sobre la frontera afgano-paquistaní han provocado que parte de la prensa de Pakistán haya lanzado una campaña antiestadounidense en los últimos meses, que advierte del peligro de desestabilización y pérdida de autonomía de la nación en favor de Washington. En un viaje a finales del pasado mes de enero a Pakistán, el secretario de Defensa, Robert Gates, salió al paso de esas insinuaciones declarando que EE UU se guiaba por el principio de "respetar la soberanía de Pakistán" y que su único interés era hacer "todo lo que fuera necesario" para ayudar a proteger a esa nación.

Un paquistaní ayuda a una estudiante del colegio femenino frente al cual estalló una bomba en el distrito del Bajo Dir (noroeste).
Un paquistaní ayuda a una estudiante del colegio femenino frente al cual estalló una bomba en el distrito del Bajo Dir (noroeste).REUTERS

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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