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PUES NO ESTOY MUY SEGURO | OPINIÓN
Columna
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En la cola del paro

Juan Cruz

César Vallejo lo dijo: "Hay golpes en la vida tan fuertes... ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma... ¡Yo no sé!".

A lo largo de la historia esa plaga que soporta el alma ha tenido todas las caras humildes y tremendas de la desgracia; algunas veces fueron los terremotos (como el que ahora se ha ensañado con la miseria de Haití), otras veces fueron los maremotos, y a veces, demasiadas veces, los hombres se han subido al caballo negro de las guerras para llevar desgracia a hermanos o a adversarios remotos.

La desgracia, esos "golpes como de Dios", nacen de la casualidad o de la saña, o de la saña de la casualidad. Y el drama que ahora está vertebrando con frío, despiadadamente, la espina de la sociedad contemporánea es la crisis que convoca a millones de seres humanos en todas partes al paro primero y luego a la desgana, a esa desesperanza que se parece a la desgana desde la que Mersault, el extranjero de Camus, vive su propia extrañeza de estar sin ser solicitado.

Ésa es la plaga hasta ahora sorda, o ensordecida, de la vida contemporánea: las colas del paro, la persistencia de las noticias sobre el destino laboral de millones de personas (en España, en todas partes), como si a la sociedad le estuvieran haciendo costuras en el alma. Ante esa evidencia, que es cada día un símbolo de las calles, sólo cabe el respeto, el recogimiento del que mira y sigue. No se puede mirar para otro lado, pero no se puede mirar desde el otro lado.

Claudio Magris tiene en su (espléndido) libro Utopía y desencanto (Anagrama) un pequeño ensayo sobre lo que él llama, en este tiempo, "la era de lo facultativo", esa tendencia contemporánea a decidir que todo vale, o que valen una cosa y la contraria siempre que nos venga bien. "La zona moralmente gris (...) se extiende como una mancha de aceite y en la zona gris nada es debido o prohibido, sino que todo es facultativo, esto es, lícito". Y no todo puede ser facultativo, concluye el extraordinario escritor de Trieste. No todo puede valer.

En esa expresión pensé cuando vi al líder de la oposición, Mariano Rajoy, posando para un periódico ante la cola del paro. Como si el efluvio de esa desgracia le diera a él la vitola que precisa para apuntalar el ceño preocupado ante lo que le pasa a este país. "...Y todo lo vivido / se empoza, charco de culpa, en la mirada", dice Vallejo, y en esa mirada del político, en esa foto, se empozaba, es cierto, un aire furtivo, como si él supiera que se estaba apoderando de una desgracia para hacerse una foto que ahí le convierte en el hombre que mira desde lejos el espejo de la desgracia.

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