_
_
_
_
_
Crónica:Catástrofe en Haití
Crónica
Texto informativo con interpretación

"Por favor, sáquenme de aquí, me muero"

El colapso de la red eléctrica y de las telecomunicaciones obstaculiza el rescate - Los pocos hospitales que están en funcionamiento se encuentran desbordados

"Parecía una gigantesca manta que cubrió toda la ciudad, oscureciéndola durante al menos 20 minutos". Mike Godfrey, un empleado de la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional, describió así la enorme nube de humo y polvo que se levantó sobre Puerto Príncipe después de la tremenda sacudida que golpeó la ciudad a las cinco de la tarde del martes, hora local. "Fue fortísima, duró alrededor de un minuto", según el relato de Fiammetta Cappellini, de la Asociación de Voluntarios en Servicio Internacional. Tan fuerte que, señalan varios testigos, se derrumbaron edificios de toda suerte, aplastando a miles de personas, y los coches saltaron en las calles.

Junto al polvo, enseguida afloró de las entrañas de la urbe una lacerante letanía de gritos de dolor y desesperación. "Por favor, sáquenme de aquí, me muero. Tengo a dos niños conmigo", gritaba una mujer desesperada bajo los escombros de un jardín de infancia en la zona de Canape-Vert de la capital, según pudo escuchar un reportero de la agencia Reuters.

Por las calles vagan personas presas del pánico y de la histeria
Hay cantidad de edificios hundidos y mucha gente sin ayuda y sangrando
Más información
La cruel historia de un país olvidado

Al caer la noche, sorprendentemente, los gritos se convirtieron en muchos casos en cantos y rezos, según coinciden varios testimonios. "Un sonido conmovedor en el medio de una tragedia horrible", según escribía Troy Livesay, un bloguero que vive en la capital haitiana. "Se escuchan por las calles oraciones de agradecimiento de los que han sobrevivido", decía Riccardo Conti, delegado en Haití del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"El panorama es devastador", afirma Cappellini, en un testimonio facilitado por la organización CESAL. "Desde los escombros se oyen gritos de socorro de los que se han quedado dentro y de los parientes que se desesperan por la impotencia. Las calles se han convertido en una trampa. Los edificios más importantes han desaparecido, bloques enteros de varios pisos están a ras del suelo. Por las calles vagan personas presas del pánico y de la histeria, heridos buscando ayuda".

"Hay cantidad de edificios derrumbados, coches destrozados, mucha gente sin ayuda, gente sangrando", describió Carel Pedre, un presentador de radio. "No hay electricidad, todas las líneas telefónicas están cortadas, así que no hay manera de que la gente pueda contactar con sus familias y amigos. Hay réplicas cada 15 ó 20 minutos. Duran entre 3 y 5 segundos. La primera sacudida fue realmente fuerte, la gente se caía al suelo y los edificios se derrumbaron. Las calles son estrechas y hay un gran tráfico, cada cual intenta alcanzar a su familia y amigos. El tráfico está imposible".

El hundimiento de las infraestructuras de telecomunicación hacía ayer casi imposible comunicar con Haití, tanto por teléfonos fijos cómo por móviles. Organizaciones no gubernamentales y cancillerías de medio mundo lograron a duras penas contactar con su personal en Haití y declinaban facilitar el contacto a los medios para no atascar las líneas y salvaguardar la preciosa carga de las baterías de móviles y ordenadores.

El fallo de las telecomunicaciones contribuyó a agravar el desastre de las ya de por sí escasas estructuras de sanidad del país caribeño.

Pilar Palomino, delegada de Cruz Roja Española en Haití y República Dominicana, describía en conversación telefónica desde Santo Domingo algunos rasgos de la dramática situación haitiana. "Las carreteras están en pésimo estado y estamos esperando a que nos den indicaciones para salir con un convoy hacia allá", dijo Palomino. "Nos dicen que gran parte de los hospitales están derrumbados o inutilizables, y que los pocos abiertos han tenido que cerrar sus puertas ante la presión insostenible de la gente que quería atención para sí o sus familiares. Cerraron puertas para poder atender con un mínimo de calma a los heridos que ya estaban dentro. La red de acueductos se ha derrumbado. También nos relatan algunas escenas de pillajes y robos. La gente deambula por las calles sin saber adónde ir. De momento no nos consta que haya grandes aglomeraciones de personas, la gente está desperdigada y se suele quedar cerca de sus casas. Hay mucha tensión en las calles".

Louise Ivers, directora clínica de la organización Partners in Health, envió un mensaje desesperado a sus compañeros: "Puerto Príncipe está devastada, hay muchas muertes. Nuestros hospitales de campo necesitan material. Por favor, ayudadnos".

"La situación es caótica", apuntó Stefano Zannini, uno de los trabajadores de la organización Médicos Sin Fronteras que pasó las horas siguientes al terremoto realizando evaluaciones de las infraestructuras de salud en la ciudad. Sólo su equipo visitó cinco centros médicos, incluyendo un gran hospital, y comprobaron que no funcionaba.

"Muchos estaban dañados, y además pudimos ver una cifra estremecedora de muertos. La gente se ha concentrado en las calles, alrededor de hogueras, buscando consuelo unos en otros. Hemos visto mucha solidaridad en las calles".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_